11 junio, 2009

DECADENCIA Y CAÍDA de EVELYN WAUGH

 

Esa tarde no tenía muchas cosas importantes que hacer, las vacaciones habían llegado a mi vida y yo era inmdecadencia y caída de eveLin waughensamente feliz por eso, ya no quería pensar en el pasado ni en el futuro, sino quedarme allí sola con mi presente, en el sillón de mi habitación contemplando la tarde. Entonces como uno de esos tantos pensamientos que agobian la mente decidí ponerme a leer, no porque ya no leyera ni porque en verdad no tuviera nada que hacer que la lectura hubiera nacido como último recurso a mi existencia, era porque me gusta leer y creí que con esa tarde la lectura se volvería un poco más prolífica.

Así pues conocí a Paul Pennyfeather, personaje tranquilo del escritor inglés Evelyn Waugh (lo sé, es nombre de mujer, pero dicen que allá también es de hombre), y en el primer capítulo fui testigo de la terrible burla que sufrió una noche que regresaba a su habitación del monasterio cuando varios hombres ebrios lo despojaron de sus vestimentas haciéndolo correr en calzoncillos.

“Pobre Paul” pensé, debido a esa circunstancia lo corrieron de la escuela sacerdotal, no era para menos, ¿quién ve a un seminarista corriendo en calzones?, a pesar de que la novela fue escrita hace medio siglo creo que aún está vigente ese cierto temor por que los sacerdotes hagan cosas diferentes a dar la hostia y persignarse todos los días frente al altar.

En fin, mientras el sol estaba por desaparecer en la ventana de mi habitación, Paul fue enviado como profesor, eso sí me dio gracia, no sé por qué razón la gente piensa que ser profesor es cosa sencilla, no lo digo por Waugh que indudablemente sabía que ser profesor no era fácil, pero al menos en la actualidad siempre está la posibilidad de ser maestro, de inculcar a los niños y jóvenes la sabiduría suprema, lo cierto es que muchas veces aunque se estudie para eso no se logra ni el más mínimo avance en la educación.

Sin embargo Paul era inteligente, además de tranquilo y con facciones amables, situación que muchas veces es suficiente para ganarse un cierto respeto por los alumnos, cosa de la que carecían sus dos compañeros profesores, uno llamado Grimer que era indudablemente un extraño vividor y el otro de apellido Prendergast que era un seminarista retirado y confundido con su propia existencia.

La primera parte del libro describe la situación de Paul como profesor, sus problemas al lidiar con el director de la escuela, con ciertos alumnos, la amistad que crece entre él y el chico Peter, uno de sus alumnos, sumamente vivaz, y de cómo sin darse cuenta se enamora de la madre del chico. Aunque, no es mi intención narrar la historia, siempre resulta más divertida y diferente cuando se le lee por propia cuenta.

En la segunda parte de una manera totalmente sorpresiva se cuenta cómo Paul se preparó para su boda con Margaret, la madre de Peter, y es ahí donde pude descubrir cierta similitud con la novela Niebla de Miguel de Unamuno, no porque se parecieran en la trama, sino porque parece ser que el escritor da cierto albedrío a sus personajes, sí, lo sé, suena demasiado ilógico, sabemos que por más que el personaje quiera escapar siempre estará sometido al destino que le dé el autor, ¿no quedó claro eso en El Mundo de Sofía de Jostein Gaarder?, sin embargo en Decadencia y Caída parece que Paul sólo cumple con satisfacer el deseo del autor, ya no se opone, es más, tal vez ni siquiera se da cuenta.

Y digo que ni siquiera se da cuenta porque lo que le sucede no es exactamente alentador, dejándose seducir por la clase alta inglesa, siendo prometido de una señora de alta sociedad y sumamente respetada, viajando de aquí para allá, termina siendo arrestado justo unas horas antes de su casamiento por haber resuelto un asunto de trata de blancas.

Para ese momento de la historia yo ya no me encontraba en el sillón de mi habitación, la tarde había caído hace bastantes horas y ahora me hallaba en la sala. Algo que reconozco de la narración de Waugh es que es sumamente fluida, no cuesta trabajo seguir el hilo de la lectura, por tanto es más fácil que uno se prenda de la historia.

Así fue como Paul llegó a la cárcel en la tercera parte del libro, pero lejos de sentirse culpable o rechazado, lejos de sentirse enojado y abandonado, Paul se sintió tranquilo con su estancia en la celda, porque tendría tiempo para leer y para pensar y porque no tendría que seguir actuando como lo hacen los de la alta sociedad que intentan estar bien con todos.

Algo que sorprende es que se encuentra con Grimer y Prendergast, el primero fue arrestado por circunstancias que él no había planeado, el segundo es el seminarista que lleva la bendición a los presos. El director de la celda es sumamente extraño y emprendedor, quiere experimentar con los presos nuevas formas de conducta, algo que no funciona bien sobre Paul, pues, hemos dicho que él es tranquilo. Pero, desgraciada o afortunadamente uno de los experimentos del director de la cárcel termina por quitarle la vida al pobre Prendergast, ya que le dieron serruchos y maderas al asesino de éste según para satisfacer su espíritu de carpintero.

Antes de morir, Prendergast había planteado a Paul y Grimer la pregunta de ¿por qué Dios había creado el mundo?, es algo que lo atormentaba profundamente y me lo puedo imaginar, pero como había dicho Grimer “Dios está en su cielo; y todo va bien en el mundo. No puedo explicarlo con claridad, pero no creo que se pueda ser desdichado durante mucho tiempo, siempre que se haga exactamente lo que se quiere y cuando se quiere”.

En el tiempo que Paul está en la cárcel lee mucho y es testigo de cómo su amigo Grimer huye de nuevo de la ley, y nadie lo encuentra y finalmente lo dan muerto por segunda vez (la primera sucedió cuando Paul aún era profesor), y se hace una reflexión muy interesante, Paul llega a la conclusión de que Grimer es inmortal y de que los inmortales existen porque su amigo iba a volver a aparecer de nuevo en algún otro lugar. Eso me llevó sin querer a recordar la narración de Oscar en el Tambor de Hojalata de Günter Grass, cuando dice que su abuelo Kojialszceck no murió ahogado debajo de aquel barco, sino que pudo huir de alguna manera y aparecer de nuevo en los altos edificios de los Estados Unidos saboreando su pipa.

También Paul sale de la cárcel, Margaret lo saca, se tuvo que casar con otro para poder hacer la treta, y cuando Paul sale de la cárcel ya no es Paul, porque lo dieron por muerto en una cirugía y entonces según él su vida legal ya no existe, es un muerto entre los vivos, eso lo hace creer en la resurrección. Vuelve a su antiguo colegio de sacerdotes y termina igual que en el inicio sólo que con ciertas vivencias más.

Waugh no deja pasar la oportunidad de comparar a la vida con el juego de la rueda grande del Luna Park, existen los estáticos, personas que no se mueven que permanecen y que todo lo que les sucede es por causa de otros y no de ellos mismo, y los dinámicos, gente que siempre está en movimiento, tratando de llegar al centro, equivocándose una y otra vez sin estar nunca en paz. ¿Quién les dijo que se subieran al juego? Nadie, creen que debe ser así, tanto estáticos como dinámicos, se forma la idea errónea de la vida, ¿quién dijo que uno debe ser más que una sombra?, ¿quién dijo que hay que llegar al centro? Nadie, es sólo esa idea que permanece a través de los años y que si no s e lleva a cabo de manera correcta se puede terminar igual que en el principio.

1 comentario:

Verbo dijo...

Muy muy buena, justo me estoy leyendo el libro en inglés.