Les voy a contar un secreto:
No pude escribir en el blog porque
la tristeza
MEinundóMEabrazóMEdominóMEatrapóMEsecuestróMEarrullóMEquebróMEgolpeó
M e h i z o l l o r a r
Y encerrada con ella
me olvidé
DEescribirDEreírDEsoñarDEbuscarDElucharDEcreerDEinventarDEvivir
D e s e r y o
A veces pasa. Perdida en mí me puse a vagar. Caminar por las calles dizque conocidas. Leer con ansias, con ganas, con disposición aquellos libros que esperaban por mí. Quería perderme más. Ahogarme de una vez por todas en la inmensidad, complejidad, irracionalidad, mentira o verdad de ser humano. Me quise sentir nada para intentar comprender las ausencias. Me metí en cosas que no son de mi incumbencia, esos debrayes del ser todo-nada. Descubrí que soy todo. Descubrí que soy nada. Descubrí que no quiero ser todo ni nada. Quiero ser yo. Mi familia se preocupó. Me consintieron. Volví al pasado: ver anime, ver doramas, leer el periódico, discutir de política, investigar lo que desconocía y me interesaba, ver películas en la madrugada, escuchar jazzrockbluesbandaexperimentalpoppianosaxofónbajobateríatrileodan, observar el movimiento de las cosas, frecuentar de nuevo a personas que no veía, jugar con mis primos pequeños, jugar con mis primos grandes, sentirme niña, sentirme adulta, platicar horas con mis hermanos, platicar horas con mis padres, pasear con la familia, disfrutar tener abuelos, tíos, gente a mi alrededor. Me alegré de la posición geográfica de mi casa. De la posición geográfica del departamento. De estudiar. De David y de Tere. De tener justamente diez amigos contaditos. Descubrí que dejé de lado el brillo de muchas cosas para dedicarme por completo a algo que me llenaba más: el amor.
A l g o q u e m e l l e n a b a M Á S
Me costó un mes
d e s p e r t a r
r e c a p a c i t a r
d e s a h o g a r m e
r e s i g n a r m e
c o n f i a r
r e n a c e r
Me costará toda la vida c o m p r e n d e r
Que esa palabra es más inmensa, más compleja, más irracional, más mentira o más verdad que ser humano. Y que yo, niña ilusa de diecinueve años, la coloqué por todas partes sin ton ni son. Creo en mí. Creo en el amor. Creo en él. Creo en ese momento en que decides levantarte y llevar tu vida a lo inalcanzable. Creo en los momentos en que sólo decides actuar, luchar, crecer. Creo en la unidad. En la libertad. Creo en eso que llaman amor a la vida. No necesito sentirme todo. No necesito sentirme nada. Sólo necesito sentirme yo. Y aunque aún algún rastro de tristeza me insiste que esto que soy no fue suficiente para hacer que esa persona confiara en mí, hoy sé que es suficiente para mi mundo.
¿Ahora ven por qué mi profesora de Filosofía del CCH me decía que de seguro yo pertenecía al club de los optimistas?