29 agosto, 2014

Optimismo

Todo marcha muy bien en mi vida, me digo antes de dormir y al despertar. Yo marcho bien en mi vida, me digo como si la vida fuera el camino ya hecho y yo un peatón. Mi vida marcha bien, ahora es esta dimensión tiempo-espacio y mil cosas más la que se desplaza sobre lo desconocido. Marchar. Bien. Vida. Yo. Quién sabe qué sea todo esto, pero me siento excelente.

26 agosto, 2014

La mujer violenta

Mi hermana y yo fuimos al Waldo’s. Logramos entrar justo antes de que cerraran las puertas, tomamos lo que necesitábamos y nos formamos para pagar. Dos mujeres estaban delante de nosotras en la fila. Todo iba bien hasta que la primera de las señoras comenzó a despotricar contra una de las trabajadoras, entre su perorata interminable se escucharon groserías, insultos, quejas. Me helé. La violencia verbal es terrible y, luego, como río caudaloso, desembocó en una pelea cuerpo a cuerpo. Arañazos, puños y patadas recibió la trabajadora, los paraguas se usaron como espadas y el hombre que intentó apaciguar la riña fue usado como saco de papas, a ver quién lo esquivaba más rápido para dar el golpe certero. Una niña, hija de la segunda señora que estaba formada, se tapó los oídos y cerró los ojos. El esposo de la mujer violenta suspiró resignado y se cruzó de brazos. S e  c r u z ó  d e  b r a z o s. Y yo no me crucé de brazos, pero tampoco hice nada. Ni mi hermana. Ni los otros trabajadores. Ni la otra señora formada. Fuimos testigos estúpidos presenciando la lucha injusta.

La mujer violenta no cabía en sí de la furia y la trabajadora tenía muchas ganas de llorar. Salió del Waldo’s amenazando que la esperaría allá afuera, que se la rompería toda. Y el esposo la siguió con el rostro cansado, sin decir nada. Por fin avanzó la caja, los trabajadores se apresuraron a disculparse. “Sea lo que sea, no era forma de reaccionar así”, dije aludiendo a la actitud de la mujer violenta. “No podíamos hacer nada, señorita, son políticas de la empresa, nosotros sólo somos trabajadores y ella una clienta”. Me helé todavía más. ¿Qué voy a hacer la próxima vez que me toque presenciar un hecho parecido? ¿Volveré a quedarme callada? ¿Cómo enfrentar el miedo de ser golpeada por una mujer violenta? ¿Qué haría usted, querido lector, si se encuentra en una situación parecida? ¿Qué le habrá ocurrido a esa señora, para guardar dentro de sí todo ese odio, ese rencor que la hace desquitarse con quien sea que le lleve la contraria? Ese marido sin duda debería encabezar una defensa a los esposos sobajados. Y la mujer violenta se llamaba Lucero, como para rematar la ironía de vivir en esta ciudad desquiciada.

23 agosto, 2014

El hermano auténtico

Mi hermano es un hombre auténtico. No lo digo sólo porque sea mi hermano, pero la fortaleza que veo en él me contagia a tal punto que yo también me siento entera y capaz. Kike puede contagiar el amor con la mirada y es tan paciente que hasta da vergüenza hacer berrinches frente a él. Kike tiene una meta muy clara y poderosa: realizar lo que ama para cambiar a México. Sé, porque también fui una de ellas, que muchas personas lo tildan de niño loco, de iluso, de pobrecito no sabe lo que está diciendo. ¡Y él continúa sobre la misma vía de progreso y renovación! Admiro a mi hermano, es mi segundo héroe tan sólo después de mi papá. Aprendo de él todos los días; aunque yo soy la mayor, es él el que me cuida y me protege. Creo en su sueño porque creo en él. Confío en él. Doy mi vida por él. Y hoy que es su cumpleaños no puedo más que sentir dicha, agradecimiento, tranquilidad porque es un hombre capaz, sincero, honorable. ¡Me enorgullece tanto!

Mi amigo, mi niño, mi compañero, mi guía, mi hermano, ¡eres un año mayor! En tu corazón permanece la dicha de los sueños que tuviste de niño y que continúas realizando. Cree, confía, sueña. No te dejaré solo. Te amo.

20 agosto, 2014

Príncipes, guerreros, nubes, fuegos, estrellas

Hace ya dos años que sus labios y los míos se fundieron en un beso largo, travieso y sincero. Las luciérnagas de nuestros estómagos iluminaron la noche lluviosa. Mil centellas cruzaron nuestros ojos para salir al aire frío y llegar a las estrellas que titilaban sobre nuestras cabezas. Los árboles se estremecieron y con sus ramas nos cubrieron del resto de las personas. Ése fue nuestro momento, nuestra felicidad.

Hace ya dos años que mi vida dio un giro inesperado al elegir estar con él. Me convertí en una flecha que llevaba una dirección designada, pero como flecha que no duda, que no titubea, di la vuelta en el último momento. Una de las mejores decisiones de toda mi vida. Me acuné en sus brazos, sorprendida por la calidez de los mismos, que hasta ahora no me han hecho extrañar otros. Nuestras frases tejieron el manto de la charla sobre nosotros, un manto cada vez más hermoso, más grande, capaz de cubrir todo el universo.

Muchos temen hablar del futuro porque nunca se sabe realmente lo que va a ocurrir, mucho menos cómo va a ocurrir. El pasado, en cambio, es un libro abierto. Se reconstruye de muchas maneras, se rememora y se disfruta. Mi pasado con él tiene una luz poderosa que ilumina este presente. La alimentamos todos los días con gestos, palabras, cariños, sueños, realidades. ¡Así cómo no ha de seguir brillando!

Hace ya dos años que mi mejor amigo y yo nos volvimos algo más que amigos. Nos hemos considerado novios, compañeros, amantes, camaradas, incluso hermanos. Y continuamos descubriendo nuevas formas de llamarnos: príncipes, guerreros, nubes, fuegos, estrellas.

Hace ya dos años, Vlash, que la decisión de ambos nos unió en esta vida fantástica.

Te amo.

17 agosto, 2014

¡Feliz cumpleaños, Vlash!

 

La alegre noticia de tu regreso

Hizo caer el manto gris del mundo.

Las luces que en mi piel plantamos juntos

Titilan en espera de tu beso.

 

Oigo de noche todos los murmullos

De las ideas que aman tus ideas;

Ríen y cantan, aunque no lo creas,

¡Del silencio derriban los mil muros!

 

Dejé de preguntar qué es lo que esperas,

Hay en mí selvas, mares y castillos,

Sitios que conocimos como amigos,

Puede estar en mí todo eso que anhelas.

 

“Mi cuerpo ha dejado de sentir frío,

Se ha reducido la distancia”, expreso.

¡Tú vuelves! ¡Qué magnífico suceso!

El mundo ha recuperado su brillo.

 

Poesía escrita por Abril G. Karera

170814

14 agosto, 2014

Del porqué detesto la televisión

En vacaciones visité a varios familiares, amigos y personas nuevas. Quisiera decir que todo fue perfecto; pero no, hubo un detalle en común que encontré en todos ellos: Prendieron la televisión a la hora de charlar. Cuando vi que era algo que se repetía en todas las casas a las que iba comencé a preguntarme la razón de ello. En mi familia eso está consignado como una falta de respeto y creo que es por ese motivo que me sentí incómoda en las pláticas. Algunos pusieron canales de música (para variar, banda) y el resto programas comunes: Sabadazo, Laura, María de todos los ángeles, etc. ¿Por qué lo hacían? En primera, era fácil que durante la charla cualquiera desviara la atención a lo que sucedía en los programas, ¿era acaso que no querían conversar? Me molestaban los programas y me molestaba más mi falta de valor para pedir que la apagaran. Sólo en una casa fui capaz de pedirlo y al volver de nuevo al silencio mi cerebro se relajó.

¿Por qué lo hacen? ¿Es el temor de los “silencios incómodos”? A mí me parecen divertidísimos. ¿Es porque sienten que a los invitados les gustará que la televisión esté prendida? ¿Por qué no tan siquiera moderan el volumen? Resultaba completamente estúpido tener que hablar en voz muy alta a causa del sonido del aparato. ¿Era porque mi presencia no era agradable? ¿De verdad llegué a pensar eso? Esa práctica me llamó la atención porque sé que antes no lo hacían. ¿En qué programa les enseñaron a prender la tele cuando llegaban las visitas?

En fin, que me llamó bastante la atención y sentí la necesidad de escribirlo. ¿Alguno de ustedes tiene esa costumbre? Si es así, ¿podría explicarme por qué? Porque ya en el año 2014, cuando México está más azotado que nunca por el gobierno, las televisoras y las empresas del mal, me sorprende que el culto a la televisión en vez de disminuir, aumente. ¡Nada más y nada menos que a la hora de la charla!

Cada vez me resulta más claro que mi existencia en este país es mucho más compleja que terminar una licenciatura.

11 agosto, 2014

Mi sonrisa

No me lo había tomado en serio hasta que más de cinco personas me dijeron que se habían dado cuenta de que yo no sonreía. Mi cara siempre seria, como pensando. Ensayé varias sonrisas en el espejo para sacarlas durante el día, pero guardadas quedaron. Se me olvida sonreír. Y luego, cuando me río de algo, resulta que no es el momento. Comienzo a sospechar que mi sonrisa terminó por ocultarse en la esquina de la comisura de mis labios, justo como el beso travieso que sólo Peter Pan pudo tomar de la boca de la mamá de Wendy.

Hay una fotografía que me gusta mucho porque mi sonrisa ahí reflejada es auténtica. No es que las otras fotos donde sonrío no sean verdaderas, pero esa fotografía en especial encierra algo poderoso. Hay brillo en la mirada, las líneas del rostro están acomodadas en perfecta alegría, el gesto relajado. Además, no estoy sola. Él también sonríe con sinceridad, su mirada traviesa concuerda con la mía. Nuestras cabezas reposan uno en el otro y nuestros brazos tienen un no sé qué que brinda cariño y confianza. Aquel día nos divertimos mucho, más por la disertación de nuestras ideas que por otra cosa.

Luego, en realidad, no hemos vuelto a tomar fotografías cuando estamos juntos. En parte por carecer de una cámara o celular, en parte porque se nos olvida. Es extraño que seamos así en esta época cuando lo más normal y cotidiano del día es tomar fotografías de casi cualquier cosa. Pero este texto hablaba más bien de mi sonrisa, no de nuestras pocas ganas de ser retratados. ¿A dónde se fue mi sonrisa? Sé que si estoy con él sonrío, y mucho. Pero ¿a dónde se fue cuando él no está?

¿Será por los pensamientos que tengo en la cabeza, acercados últimamente a la reflexión de mis actos y no a hechos graciosos en sí? ¿Será porque experimento una nueva y profunda abstracción de mis ideas donde mi rostro no alcanza a expresar gestualmente lo que ocurre, al grado de quedarse simplemente serio? ¿Será porque él se fue de viaje y mi sonrisa quiso acompañarlo en la visión de nuevos lugares del mundo?

 

¿Será que mi sonrisa

quedó prendada de tus labios

y me será devuelta

cuando vuelva a besarte?

08 agosto, 2014

La felicidad como estado del SER

Desde que escuché aquella frase: “La felicidad no es el fin, es el camino” comencé a desarrollar una teoría extraña (seguro no soy la primera y no seré la última a la que se le ha ocurrido) acerca de la felicidad como un estado del ser y no como una sensación momentánea de plenitud y alegría. Incluso una vez tuve una discusión deliciosa con mi amigo César acerca de ello. “Puedes ser feliz todo el tiempo, sostenía yo, aunque te sientas triste, enojado, frustrado, puedes disfrutar cada sentimiento, cada sensación, alegrándote de sentirlos porque significa que vives”. Por supuesto, él no estuvo de acuerdo. “Cuando te sabes mediocre, explicó, eres mediocre y punto. Si te alegras sólo puedes hacer más grande tu mediocridad, porque te sientes cómodo en ello sin intentar cambiarlo”. Sólo con el tiempo comprendí (y sigo en esa vía de comprensión) que ninguno de nosotros estaba equivocado.

Es innegable que puedo sentirme cómoda con la tristeza, la soledad o el enojo, después de todo los he experimentado en demasía. Pero la comodidad no es la felicidad. Ser feliz, en mi opinión, es sentirse pleno y alegre con todos y cada uno de los sentimientos que puedan existir. No tiene ningún sentido sentirme feliz en la tristeza si todo el tiempo estoy triste, pues la felicidad representa también cambio, decisión, locura. Entendí que la felicidad (como yo he querido asumirla) no es sólo sentir, sino que es también ser. Y que como ser humano que soy, puedo llegar más lejos en unas cosas que en otras. Por ejemplo, nada se compara con el hormigueo que siento al escribir y crear, ni siquiera mi película favorita logra transportarme de ese modo. Cada uno tiene su no sé qué que qué se yo que lo hace experimentar la felicidad más pura.

En conclusión, elijo ser feliz por el resto de mis días, como forma de ser, claro. Y llevando la palabra a todas sus extensiones posibles (no se tome felicidad como sinónimo de hiperactividad).

¿Ustedes son felices?

05 agosto, 2014

Viajar sin internet

No tuve internet en casa por casi un mes y más drástico que quedarme sin Facebook, Twitter o mi canal de YouTube, me quedé sin música. Ahora sólo utilizo Spotify para ahorrar espacio en mi disco duro y no tener que descargar tooooodas las canciones que deseo escuchar, así que sin internet me quedé con una lista de reproducción de cien canciones de las cuales ya sólo escucho como diez. Recordé que cuando iba en CCH organicé mis cd’s en un porta cd’s. Así que lo busqué y lo encontré en mi habitación, lleno de polvo. Vi los discos que tenía y no pude evitar una sonrisa porque me acordé de muchos días y de muchas historias. Luego encontré un disco que decía Para el depa y me acordé que cuando lo grabé yo todavía no tenía computadora propia. Cuando comencé a vivir en DF me llevé una grabadora en la que día y noche ese disco se reproducía sin cesar, 145 canciones llenando mis días. Lo inserté en mi computadora (porque ahora ya no tengo una grabadora, pero sí mi propia computadora) y yo volví a estar en mi primer departamento, con Tere y con David, con la angustia de mis primeros días de clases en la universidad, la expectativa del futuro, la tristeza de no estar en casa, la emoción por encontrar un “nuevo amor”… Luego se terminaron las canciones y volví al presente y sólo pude alegrarme por haber vivido lo que ya viví.

Pienso que se vale viajar en el tiempo mediante el recuerdo sólo para alegrarse de haber vivido lo que se vivió, nada más. Ni angustia, ni arrepentimiento, ni decepción. El pasado es lo que es. Y pienso que en el futuro, cuando vuelva a escuchar las canciones que hoy componen mis días, recordaré este presente como un pasado hermoso.

02 agosto, 2014

Conocí a Lengua de Brujo

Tengo un amigo que se llama Mario al que hemos apodado “el político”, porque siempre que habla parece que anda en campaña. El otro día que estábamos aburridos le presté el ejemplar de Winnie the Pooh, que saqué de la Biblioteca IBBY, para que me leyera una de las historias de ese oso tan dulce y tontorrón. Él accedió de inmediato (imaginen el nivel de aburrimiento que tenía). Había leído dos párrafos de un capítulo que se titula “En el cual Puerquito se encuentra totalmente rodeado por las aguas” cuando me dijo:

—Abril, por favor deja de leer lo que leo porque ahora le meteré de mi cosecha.

Entonces yo dejé de mirar las líneas que él iba leyendo para entregarme a su narración tan peculiar. Mario logró transportarme al día lluvioso en que Puerquito temía quedarse siempre atrapado por las aguas y para conseguir que lo rescataran había lanzado una botella al agua con un mensaje que decía: “¡Socorro! Puerquito (Yo)” y del otro lado: “¡Soy yo, Puerquito, socorro!”. El oso Pooh encontró el mensaje y con ayuda de Christopher Robin rescataron a Puerquito. Tendrían que leerlo para ver que es una historia excepcional, sencilla, tierna y, sobre todo, muy inteligente. El caso es que cuando Mario terminó de leer yo aplaudí llena de ánimo. Y fue más nuestra sorpresa cuando más aplausos se unieron al mío, de otras personas que estaban en el mismo lugar que nosotros.

Leer en voz alta es un verdadero placer, el énfasis, los tonos, la voz es capaz de transportarnos. Por eso no me extraña que a Cornelia Funke se le haya ocurrido la genial idea de que uno de sus personajes tuviera el poder de dar vida a otros personajes mediante su lectura en voz alta. Mario podría ser un excelente Lengua de Brujo porque ese día yo vi a Puerquito, a Pooh y a Christopher Robin canturreando bajo la lluvia.