30 noviembre, 2014

Maldad

No se puede refutar lo ridículo. No se puede discutir racionalmente con la maldad.

Encantamiento, Alice Hoffman

 

Decidí mirarme honestamente, despojada de todas mis mentiras. Soy un monstruo. Las personas a quienes herí se cuentan por montones, las promesas que no cumplí se amontonaron hasta casi caerme encima. Veo incoherencia y flojera. Una y otra vez me clavé un puñal en mi propia credibilidad. Díganme mis defectos, los conozco mucho mejor que ustedes porque vivo con ellos. Sí, soy eso y también soy eso otro.

Por eso nadie puede herirme más que yo misma. Por eso he elegido el silencio ante insultos e improperios que reflejan la vida de quien los dijo. No hay nada en mí que no tenga quien me insulta. Por eso he elegido quedarme callada. No se puede razonar con los que le dan prioridad a los sentimientos negativos, cegados por el odio y la tristeza.

10 noviembre, 2014

Duplicada

Nunca había deseado tanto tener el poder de duplicarme. De estar aquí, al mismo tiempo que allá. De ser la misma en ambos lugares. No ser una copia de mí, sino ser dos veces yo. Una Gaby con mi familia, festejando el gran triunfo. Otra Gaby cumpliendo sueños, lejos. Tantas fueron mis ganas que estoy segura de que en un mundo paralelo pude quedarme con mis papás y mis hermanos. Y éste es el mundo paralelo que en el otro habría deseado: uno donde pude ir a cumplir un sueño.

Es curioso como nuestro ser está limitado por el tiempo, por las reglas físicas que mantienen nuestro cuerpo unido, compacto, completo. Es curioso cómo las redes sociales hacen visibles nuestros pensamientos, esa parte de nosotros que por naturaleza es libre, pero que nos encargamos de atar a mil prejuicios, ideas, creencias.

Todavía más curiosa es la multipresencia que logra la escritura. Porque ahora mismo terminaré de escribir, saldré a caminar, terminará mi día. Y cuando vuelva a estas líneas siempre estará latente lo que soy al escribir esto. Lo que fui al decir: “Nunca había deseado tanto tener el poder de duplicarme”.