25 julio, 2018

De cuando me reencontré con un alma gemela


¿Creen en las almas gemelas? O, al menos, ¿creen en las almas? ¿Creen ustedes que no sólo somos cuerpo y mente, sino que también hay un espíritu dentro de nosotros que trasciende todo tiempo y espacio? ¿Que al morir nos elevamos a otra dimensión? ¿Que es posible reencarnar? Alguna vez me encontré con una persona que aseguraba ser un alma vieja y reconocer en los demás a quienes había conocido en otras vidas. No supo explicar el sentimiento que la embargaba cuando eso sucedía, pero decía que la certeza se extendía por cada parte de su cuerpo, que no había falla alguna. Me contó que un día, una de esas personas también la reconoció y ambas conversaron largo rato sobre la experiencia de vida que habían tenido en este plano. Intercambiaron aprendizajes. Probablemente esta es la última vez que reencarno, me aseguró y yo me estremecí. ¿Será verdad? ¿Qué número de vida he vivido entonces? Cuando comienzo a dar vueltas sobre esa idea, tengo la sensación de que no es la primera vez que vengo acá. Que ésta no es mi primera vida, pues. Y mi mente se divide entre: "Obviamente estás cayendo en la trampa de creer la charlatanería" y "Tiene tanto sentido, tú lo sabes". 
   Lo sé, sobre todo, porque en mi infancia me sucedió algo parecido a lo que me contó esta persona sobre reconocer viejos compañeros de otros tiempos. La primera vez que conocí a Leo (llamémoslo así) tuve la certeza de que no era la primera vez que lo veía. Y más intenso aún, cuando lo miré con detenimiento mi corazón se sobresaltó y una emoción de felicidad indescriptible me invadió por completo. Tuve una certeza: Yo lo amaba. No sabía nada de él, pero yo lo amaba. Y ese amor no era algo instantáneo que surgía de mi locura infantil, era algo profundo, antiguo, que no conseguía comprender. Algo que me sobrepasaba y que sólo con los años pude ir apaciguando, conociendo, entendiendo. 
   Me gustó la definición de alma gemela: aquella que no necesariamente encontrarás en todas tus vidas; pero que en definitiva, si coincides con ella, te trastocará para siempre. El siempre de las almas. El que te hace crecer, pues todo es continuo movimiento. El encuentro con un alma gemela implica un crecimiento espiritual inminente. Y algo más: no hay sólo un alma gemela porque al final todo se trata del amor. De sentir y manifestar amor con las más almas posibles. El amor entendido en su sentido más pleno y vital, la razón que mueve al mundo. Al menos eso es lo que afirman los que mantienen esta creencia. ¿Yo creo o no creo? Pienso que si creo en los fantasmas y en los extraterrestres, ¿por qué no voy a creer en las almas? Al final cada persona hace lo que quiere con su mente y pensar en estos temas siempre me alegra. 
   Hasta ahora no he vuelto a experimentar algo parecido a un reencuentro místico intenso con alguna alma. Pero sí que tengo la sensación de que ya conozco a varias personas de las que frecuento. Que las conozco de otro tiempo, pues. Bien raro. Y supongo que a todos les pasa. Es como con los déjà vu, que no nos ponemos de acuerdo en si es una trampa de la mente o un reconocimiento de otro tiempo. En fin, pensaba en todo esto antes de ir a dormir y me pareció importante compartirlo.

12 julio, 2018

Hablo conmigo en voz alta


Una vez salí con un chico que me gustaba mucho. Él manejaba y yo trataba de tranquilizar mis nervios. De fondo escuchábamos a los twenty one pilots, yo pensaba en mil cosas: ¿Volveremos a besarnos? ¿Cómo puedo hacer que dejen de sudarme las manos? ¿Por qué me gusta tanto? Ah sí, es porque es alto y es ingeniero y además le gusta leer. Porque se preocupa por los demás. ¿Qué libro estará leyendo ahorita? ¿Seguirá escribiendo? Me gusta cómo escribe. ¿Por qué me estoy poniendo nerviosa? Él debería ser el nervioso, está conmigo, ¡por fin!, después de tanto.
-Cálmate, Gabriela -dije en voz alta y me reí bajito.
-¿Qué dijiste? ¿Estás bien? -preguntó él mirándome con mucha extrañeza.
-Sí, sólo hablaba conmigo en voz alta.
-Fue muy raro.
-¿Tú no hablas contigo?
-Sí, pero nunca en voz alta -y dio por terminada la charla. Y aunque sonaban los twenty one pilots, el ambiente se puso extraño. Yo lo puse extraño porque ¡¿cómo que nunca hablaba consigo en voz alta?! ¿Y qué fue esa mirada? ¿Desconcierto? ¿Temor? Me estresé. Yo hablo todo el tiempo conmigo en voz alta. Hay pensamientos que comienzan a sonar en mi cabeza y luego, inevitablemente, me brotan de los labios. Es inconsciente. Inesperado. No es como que esté pensando y diga: Oh, esto debe decirse en voz alta. No. Sólo lo digo. A cualquier hora, en cualquier lugar. Y claro que he sido juzgada, pero generalmente no me importa. No me importa porque quienes me juzgan no me gustan, no me los quiero besar. ¡Pero él me gustaba mucho y ahora, con su comentario, lo había arruinado todo! ¿Cómo íbamos a tener citas si él se iba a asustar cada vez que un pensamiento me brotara de los labios? 
Bueno, sí, debo admitir que es un poco raro encontrar personas hablando solas. Pero sólo un poco. A mí no me parece muy extraño porque mi mamá se la pasa hablando sola todo el tiempo. De verdad. Un día, me acuerdo, yo estaba en la sala de mi casa y desde la cocina me llegaba la voz de mi mamá. Minutos y minutos de su voz. Luego fui por un vaso de agua y me di cuenta de que no había nadie con ella.
-¿Con quién hablaba? -yo le hablo de "usted" a mi mamá.
-Conmigo, es que debo ordenar muchas cosas -y se rió. ¡Se rió! Yo tenía como siete años y la risa de mi mamá me vino a afirmar que hablar sola, acaso, es sólo gracioso. Un detalle. Una particularidad. Y desde entonces lo hago. Pero lo hago porque supongo que salí como mi madre, no porque haya dicho: Oh, mira, se puede hablar sola, entonces hagámoslo. No. Así que era en verdad conflictivo que el sujeto éste viniera a arruinar nuestra historia de amor. Porque cómo es eso de "sí hablo conmigo, pero nunca en voz alta". ¿Cómo se hace eso? 
Hay lugares donde pongo especial atención en quedarme callada, por ejemplo, en el transporte público, donde tienes a personas muy cerquita de ti y si dices algo pues claro que pueden sacarse de onda. Pero, en general, dejo que las palabras fluyan. En silencio y en voz alta. A veces voy por la calle y se me salen comentarios porque tengo la sensación de que nadie me va a escuchar, pero luego resulta que alguien viene caminando detrás de mí. Y volteo y me mira y lo miro y luego me hago como que yo no produje esa voz y me río bajito. El otro día, en la calle, solté: ¡De verdad eres detestable! Porque de verdad a veces lo soy. Y entonces me percaté de que un niño se estaba asomando por la puerta de su casa y escuchó lo que dije. Le sonreí, pero él se pasó a meter con el rostro compungido. Ves, Gabriela, de verdad eres detestable, reafirmé ya en voz baja. ¿Por qué nunca se me ha salido un "eres increíble"? Podría hacerle el día a cualquier persona.
Bueno, el caso es que la cita quedó arruinada. Sentí que no podía estar con él, porque yo quiero estar con alguien que me deje hablar sola, que no se saque de onda ni se asuste. Es más, yo quiero estar con alguien que me aliente a manifestar todas mis ideas para ver qué forma tienen, porque casi siempre en la mente suenan de una forma y ya verbalizadas son otra cosa. Me gusta hablarme en voz alta, leer en voz alta, cantar. Y quiero alguien que me permita ese diálogo en voz alta conmigo misma, alguien a quien leerle mis pasajes favoritos del libro en turno, alguien a quien cantarle, suave, cuando amanezca.