31 julio, 2011

Opuestos

¿Por qué nos hemos impuesto ‘planes de vida’? ¿Por qué la mayoría de las personas piensa que en esos planes deben ir: terminar una carrera, tener trabajo bien remunerado, viajar y casarse? Son los tópicos que harían de nuestra vida algo más cómodo y fácil. Buscamos el bienestar. Queremos lo mejor. ¿Luchamos por lo mejor? Nos desviamos a causa de los mismos bienestares. Se tiene la expectativa de que a pesar de los obstáculos uno encontrará lo que quiere. Pero ¿y si nunca lo encuentra'? O peor, ¿si nunca sabe lo que quiere? ¿Bajo qué motor debe moverse?

 

 

 

Amor, en dado caso, sujétate de mis alas.

27 julio, 2011

Hace quince años

El vocho (¿o bocho?) avanzaba por una calle sin pavimentar. Pequeña Gaby sentía la emoción subiéndole por el pecho. A sus cinco años comprendía perfectamente que tenía que disfrutar ese día, no veía siempre a su prima favorita Araí, que era dos años mayor que ella y que, como tal, era la encargada de mostrarle cosas nuevas. Iban a visitarla a su casa al lado del río y ese simple hecho ocasionaba que Gaby saltara de alegría.

Pronto distinguió la casa en medio de los campos de cultivo. Cuando el vocho (¿o bocho?) se detuvo Gaby fue la primera en correr a tocar la puerta. Abrió Araí que era más alta que ella y la saludó. Los adultos también bajaron del vehículo y entraron a la casa mientras las dos niñas hablaban de las novedades: que si tenían nuevas muñecas, que si Araí ya iba a pasar a tercero de la primaria, que si Gaby ya iba a salir del kinder, que qué nuevos juegos inventarían esa tarde. Estaban planeando hacer una casa de ladrillos para muñecas cuando el papá de Araí las mandó por un refresco.

-Vamos en la bici. –dijo alegremente Araí.

En ese entonces sólo había una tienda alrededor de aquella casa, era la de Don Beto y estaba del otro lado del río, para llegar a ella había que pasar por el puente colgante, que no era exactamente colgante pero sí. Era de fierro y lo sostenían gruesas cuerdas de acero y sí, colgaba, pero jamás caería, sólo se balanceaba un poco si alguien se ponía a saltar en medio. Y Gaby le tenía miedo. Salieron juntas en la bicicleta, Araí manejaba y Gaby se puso en los diablos. Cruzaron el puente sintiendo cómo vibraba debajo de ellas.

Llegaron a la tienda y las atendió el mismísimo Don Beto. Gaby creía que era muy alto, de hecho creía que era una tienda enorme, ni siquiera alcanzaba el mostrador. El dependiente preguntó a Araí cómo se llamaba su prima y así estuvieron conversando. Entonces Gaby se dio cuenta de que un niño se asomaba por detrás del refrigerador. Era un niño más grande que ella, como de ocho años, moreno y simpático. Cuando Don Beto le pidió que saludara el niño se echó a correr.

Araí y Gaby regresaron de nuevo en la bicicleta. En el puente Araí se bajó y comenzó a saltar para asustar a pequeña Gaby. La niña corrió despavorida hacia el otro lado mientras su prima se desternillaba de risa. Luego la alcanzó y se sentó a su lado.

-¿Te fijaste en el niño que se asomó? –preguntó Araí con un tono extraño en su voz.

-Sí, ¿quién es?

-Se llama Josué, va en mi escuela.

-Ah.

-Y me gusta.

-¿Qué?

-Que me gusta Josué.

Pequeña Gaby la miró con los ojos entornados, como detectó que no era mentira lo que decía soltó algo dolida:

-No puedo creer que ya te gusten los niños. –y echó a correr hacia la casa.

Araí se quedó sentada sin reclamar, como pensando. Gaby ya estaba en la cocina cuando ella llegó con el refresco. Y no volvieron, siendo niñas, a hablar del tema.

 

Quince años después Gaby ha recibido la invitación para el enlace matrimonial de Araí y Josué. Será en la casa al lado del río. ¿En qué momento crecimos tanto?

25 julio, 2011

Cosas molestas

Mi madre dice que he estado de un humor de perros, no sé exactamente a qué se deba, pero en fin. Aprovechando ese mal carácter y robando la genial idea de Sucio Vagabundo pondré a continuación las situaciones que más me molestan:

  • Que la gente hable cuando masca chicle. No hay nada más asqueroso e incómodo.
  • Lavar el baño. Mi madre sabe perfectamente que si quiere sacar mi lado malvado debe mandarme a eso. Ella argumenta que lo sufriré en el futuro cuando tenga mi propia casa, que mejor me acostumbre desde ahora, pero yo le digo que aún falta para eso y que este es el presente. (No sé cómo lo enfrentaré en el futuro, espero vivir con alguien a quien no le moleste hacer esa tarea, si no me veré en la penosa necesidad de darle la razón a mi madre ¬¬).
  • Me molesta despertarme muy temprano, pero también me molesta despertarme muy tarde. Creo que la hora ideal son las ocho de la mañana, aunque pocas veces lo logro. Cuando me despierto después de esa hora siento que he desperdiciado el tiempo.
  • Detesto tomar leche caliente. Simplemente no me pasa.
  • Me molestan esos programas de radio estilo Las Serenatas de la Z, sobre todo cuando habla gente que se explaya contando su vida. La otra vez habló una señora que se divorció de su marido tras quince años de matrimonio y le suplicaba al locutor que la ayudara a recuperarlo. O de esas niñas que aseguran conocer al amor de su vida que ni las quiere, ni las pela. Lo sufro sobre todo cuando uso transporte matutino.
  • Me sacan de quicio las personas que no conocen los audífonos y van por la calle o el transporte público con su celular a todo volumen. Y más cuando suena banda, pasito duranguense o reggaeton. O metal. (Me gustan casi todos los géneros de música, pero hay momentos, hay momentos).
  • Me molesta no decir cuando camino “buenos días”, “buenas tardes” o “buenas noches” a la gente, más que nada en Coyotepec. Nunca lo hago y siempre quiero hacerlo. Esto es tonto. Y siempre me repito: “Lo cortés no quita lo valiente” y justo cuando me animo la persona en cuestión desaparece ¬¬.
  • Me molesta el chat de Facebook. Ja.
  • Espero que no malinterpreten este punto pero tiendo a alejarme de las personas que me alaban demasiado. Claro, siempre es genial que haya quien te diga cosas bonitas y eso, pero he conocido a gente que de verdad creo que no tiene autoestima. Y yo, francamente, no soy ni la mitad de lo que dicen.
  • Y no sólo las que se refieren a mí, también me frustran aquellas personas que acosan a sus artistas favoritos. Por ejemplo en Twitter hay un tipo que por las más mínima cosa pide el consejo de Natalia Lafourcade. Ya no me da risa. (Obvio di unfollow).
  • Detesto llegar tarde a las funciones de cine. O perderme los avances, aunque sea de películas que no me interesan.
  • El calor, no hay nada más destestable.

Hum, creo que ya. Ha de haber más, pero tendría que escarbar y eso ya no las convertiría en las que MÁS me molestan. Saludos a todos, ya terminé de leer todos los libros de Harry Potter y vuelvo a mi vida cotidiana muggle. Vi la película, me gustó bastante.

08 julio, 2011

El inicio y el final

Tenía diez años cuando vi la primera película de Harry Potter. Y ya, no sé qué decir realmente. Me atrapó por completo. Yo también tenía la edad indicada para que me llegara la carta de Hogwarts, yo también quería tener una vida diferente alejada de la escuela, la familia, esas cosas. Aventuras en bosques prohibidos, resolviendo acertijos, luchando con seres fantásticos. Y Harry parecía tener lo necesario para que cualquiera se sintiera él. Aunque, bueno, la verdad es que yo me sentía Hermione.

Hace diez años de ese suceso. Aún lo recuerdo. Luego de ver la película quedé maravillada. El título me sonaba mucho, como si lo conociera de otro lado, pero estaba segura de no haber visto los trailers en la televisión o esas cosas. Resultó que teníamos el libro en casa. Una profesora se lo había regalado a mi hermano. Lo busqué en los libreros y lo encontré, era nuevo. Sobra decir que lo devoré inmediatamente. Y luego comencé a investigar, ¡había más libros de tan maravillosa historia!

Crecí con Harry Potter, es la verdad. Jamás se me ocurrió buscar incoherencias en la historia, o errores, o creerlo demasiado fantástico, infantil o burdo. Nosotros, los que leímos los libros desde pequeños, fuimos madurando junto con Harry. Ay, ya sé, suena tan cursi. Generalmente no soy de los que se obsesionan con algo. Pero esta es la excepción. Y no es que sea una fanática, pero sí soy alguien que guarda un cariño especial por la historia. Que admira a J. K. Rowling y que está terriblemente emocionada por el estreno de la última película.

Hoy (técnicamente ayer) fue la premiere. La vi en vivo por YouTube. Había visto las otras, pero ésta las superó por mucho. Me uno a los miles de personas que lloraron cuando Emma Watson lo hizo y que se desconsolaron cuando J. K. Rowling no podía articular palabra. Sé que a muchos no les agrada esto de “emociones en masa” o “fenómenos sociales” o “masa de gente que sigue sin chistar una historia”. A mí misma me desagradan los fanáticos de Crepúsculo, Justin Bieber o RBD. Pero me siento identificada con esto de Harry Potter, tal vez porque soy testigo de la evolución de las historias, quiero decir: es una novela que tiene cosas maravillosas que contar.

Estoy tan emocionada que comencé a leer de nuevo los libros. Ya casi acabo el primero. Los leeré todos antes del próximo viernes, el día que vaya al cine a ver la película. Sí, una parte de mí se siente molesta por dejarse llevar por la euforia del momento, lo comercial, y esas cosas. Pero otra parte no, la verdad es que será la última película, la verdad es que es como cerrar una etapa de mi vida: diez años. Y la verdad es que siempre me ha gustado Harry Potter, desde aquella vez que vi la primera película, desde la vez que leí el primer libro.

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05 julio, 2011

El chile manzano

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Soplaba un viento increíble. Salimos corriendo de la casa decididos a ver volar alto esos papalotes que recién habíamos comprado. Llevábamos como media hora intentando levantar uno de ellos cuando oí desde lejos que mi mamá nos gritaba: ¡Ya nos vamos! Sólo le hice un gesto de haber entendido y se fue. Mis padres habían salido esa tarde a un compromiso y cerraron la casa creyendo que nosotros teníamos llave o algo por el estilo.

No nos dimos cuenta hasta varias horas después, cuando cansados de volar los papalotes regresamos hambrientos a la casa. Yo era la mayor, tenía diez años. En mando me seguía mi primo Pablo que tenía nueve. Luego mi hermano Quique con ocho y finalmente la chipil de mi hermana Isela con seis. No podíamos entrar. Estábamos realmente hambrientos y tampoco teníamos dinero. Entonces se nos ocurrió probar las ventanas para ver si alguna estaba abierta y ver si cabíamos por ahí. La ventana de la cocina cedió.

Creo que fue mi hermana la encargada de entrar y abrirnos. Una vez dentro hurgamos en el refrigerador y en la alacena para ver qué era comestible. Había muchos productos enlatados, tortillas y huevos. Pero nada de sopa o comida hecha para calentarse. Yo no sabía cocinar (todavía no sé). Mi primo Pablo que siempre ha sido muy autosuficiente ya sabía cocinarse y ese día él se encargó de alimentarnos.

-Ahorita vas a ver qué ricos huevos cocino.-dijo mientras tomaba entre sus manos los blanquillos y como todo un experto los lanzó al sartén.

Mientras él cocinaba y mis hermanos apreciaban sus trucos culinarios yo seguía buscando algo que mordisquear. En la mesa del comedor estaban la sal, el bote de las cucharas y un platito artesanal tapado con una servilleta. Lo destapé. Era un chile manzano picado sumergido en limón y sal. Se veía muy rico porque el chile manzano es singularmente atractivo. Yo había visto cómo mi papá le echaba eso a todas sus comidas, decía que sin él todo le sabía mal. También lo había observado prepararlo, con una dedicación tal que pronto supe que el comer chile en mi casa era casi como un rito.

La panza me rugió y la boca se me hizo agua. Tomé una tortilla que se estaba calentando en el comal y me hice un taco de puro chile manzano. Lo mordí. Y enseguida comencé a perder noción de mi existencia. Vi cómo Pablo dejaba la estufa y llegaba a atenderme, me decía cosas como: ¡Estás loca!, ¡bebe agua!, ¡ese chile no se come solo! Mis oídos zumbaron tanto que creí que se reventarían, las lágrimas me salían incontrolables y ya había perdido toda sensibilidad en mi lengua. Costó más de una hora recuperarme por completo, ni con todos los litros de agua que bebí, ni con las tortillas que mastiqué se me quitó la sensación. Sobra decir que fui la burla de mis hermanos y de mis demás familiares cuando se enteraron ¬¬.

Esa fue la enchilada de mi vida. Y a pesar de ella soy una ávida consumidora de chiles (¬¬), herencia de mi familia. Quise contar esto porque ¡perdimos el molcajete! De verdad no lo encontramos. Mi mamá ha estado haciendo la salsa en licuadora y no sabe igual… Gracias a mi gusto por el picante fui de las pocas personas que comprendió la declaración de una de mis profesoras de francés: Si quieren asesinarme denme un chile, con eso me van a tener bien muerta. Pero un chile manzano, profesora, porque como ése no pica ningún otro. (Aparte tiene un nombre rete-bonito).

03 julio, 2011

Foreground

 

Esta es la canción que más me pone triste. Foreground de Grizzly Bear. Una vez lloré de tan sólo escucharla y rememorar en mi cabeza escenas de mi vida que nunca han sucedido pero que podrían suceder. Iba en el suburbano y todos me miraban. Afuera llovía. Y yo estaba triste y muy imaginativa. ¿No les ha pasado? Crear historias con música de fondo.

Número 3 del 30 días 30 canciones.

 

¿Cuál es la canción que más los pone tristes?

01 julio, 2011

El domingo yo voy a votar por…

Nada de anular el voto. Aprendí la lección. Hace dos años, cuando recién cumplí los 18, hubo elecciones municipales. Era mi primera vez. Quería tomar la mejor decisión. Así que me dispuse a escuchar las opiniones de los llamados “adultos” acerca del mejor candidato. De hecho hice una entrada especial para esa ocasión: Acerca de la política en Coyotepec.

Ganó el PRI. Pero no exactamente porque el pueblo siempre vote por el PRI, al contrario, nos han gobernado los tres partidos principales; esa vez el “gallo” del PRI era Juan Casas. Había muchas cosas alrededor de su nombre, ninguna que se acercara lo suficiente a la opinión que se tiene hoy de él. Se decía solamente que era muy joven, inexperto, y la más grave era que había sido una imposición de Peña Nieto. Fui a sus mítines y descubrí igual que no tenía oratoria, ni nada que lo hiciera una persona realmente confiable. Así que descarté mi voto por él.

Tampoco elegí el PRD porque el anterior presidente era de ese partido y había quedado como un imbécil (no tener voz de mando y ser manipulado por todos es algo realmente grave cuando tienes un puesto importante), (creo que hace demasiado tiempo que no hemos tenido buenos presidentes). El candidato propuesto no gozaba de la popularidad ni credibilidad suficiente como para darle la presidencia. Un señor parco que tampoco inspiró mi confianza. Y no era la primera vez que era propuesto. Las dos veces perdió.

Y si no voté por el PAN fue por una estupidez. Por todos lados se sabía que era el mejor candidato, tenía fuentes muy confiables de que el señor iba en serio. Era respetado por el pueblo, gozaba de estudios universitarios, tenía visión. Pero era del PAN, ¿y quién vota por ese partido con la situación actual? Me dejé llevar por la idea de que votar por el PAN era favorecer a Calderón. Y antepuse mi rencor al presidente a los cambios reales que pudo haber tenido mi pueblo. Jamás volveré a dejarme llevar por el partido.

Anular el voto no es la opción. Cuando Juan Casas comenzó a hacer su desmadre no me sentí lo suficientemente identificada con la situación. “Tontos los que votaron por él, que ellos sufran”. Y vaya que han sufrido. La situación ha llegado a tal punto que ya no sabes si reír o llorar. El no ejercer el voto me hizo sentirme apartada de todo, ¿con qué exijo si no voté? ¿para qué me enojo si no participé? Dicen que anularlo es también votar. Falso. Anular el voto es desligarte por completo de todo lo que ocurre. A algunos les late la idea. A mí ya no.

PRIPANPRD

El domingo se vota para gobernador. Claro que me he informado y he participado de la mejor manera posible en las diferentes campañas. Observo muchas cosas: el Estado de México lleva 82 años consecutivos de ser gobernado por el PRI y mi pueblo está más abandonado que nunca, el PAN se ha desesperado y su candidato lo demuestra, el PRD me suena demasiado radical, quiero decir que sus partidarios optan por el odio a los demás partidos y esa izquierda, basada en el rencor, me preocupa. Eruviel y sus gastos desmedidos en campaña, Bravo Mena y sus propuestas tan fuera de lugar (“Si no votas por mí los ladrones entrarán a tu casa”, algo así) y Encinas promoviendo el odio al PRI para que uno se decida por él.

Con todo eso ya sé por quién voy a votar. He comprendido que la política es un gran juego. La mayoría de las veces tu equipo se ve manchado por gente inepta que no hace bien su trabajo. En este país se gusta de encontrar cola que pisar a todo mundo. A casi nadie le importa que realmente existe gente con visión en TODOS los partidos. Personas trabajadoras a las que sí les importa la ciudadanía. Es muy fácil criticar desde la comodidad del hogar, sin realmente inmiscuirse en el juego.

Unos dirán: “Si esa gente existe, ¿por qué no se habla de ella?” o “¿Participar en la política? Sólo para salir enlodado” o “No es política, es mafia, todo ya está dicho, las elecciones son un mero ejercicio de apariencia”. Yo respondería, “soy joven y creo en la diferencia; y también soy de la opinión en que uno debe interesarse por la política, aunque canse, ensucie, decepcione, quiero decir: ¡vivimos! y aunque la democracia no existe en nuestro país, es importante que uno participe porque sólo así podremos tener una base para exigir el cambio”.

Llámenme ilusa. No será la primera ni la última vez. Sólo quería decir que ya sé por quién votar y que no anularé mi voto. He tenido el gusto de conocer a gente pensante de todos los partidos. Lástima que los representantes nacionales de los mismos nos han creado una imagen pésima de ellos. PRI, PAN y PRD, en los tres hay gente que desea un mejor futuro aunque no lo crean. Gracias por leer esto, son héroes por haber llegado hasta aquí. ¡Y no anulen su voto!