Estoy triste
y cansada de estarlo,
¿no puede perderse un estado de ánimo
como el polvo en una ráfaga de aire?
Que se marche esta amargura,
mi enojo,
mi estrés.
Que cada partícula de mí
esté libre de esta oscuridad.
Es imposible,
soy una noche plena.
Gracias. Estoy bien. Te quiero. Escribir me hace bien. Tú me has hecho bien. Deseo, con toda la fuerza vital que puedo tener al saberme una habitante de este presente, que tú estés bien, que consigas ese pequeño anhelo, que la escritura y la salud nunca te falten.
Querida persona desconocida:
Te escribo en una noche de noviembre del año 2023, cuando se siente el viento frío del año que se marcha. ¿Cómo fue este año para ti? ¿Positivo, alegre, lleno de aventuras? ¿Triste, inesperado, con más días nublados? Creo que para mí fue un año veloz y lento. Días en que me moví aprisa, días en que me quedé completamente quieta. No sé por qué pasa todo eso, pero me gustaría entender. Tengo curiosidad sobre tu año y también sobre si conseguiste algo que llevabas posponiendo durante mucho tiempo. Porque yo no. Había grandes cosas que quería lograr y simplemente no las hice. Aunque las comencé, eso sí, supongo que es un avance. ¿Te parece tedioso lo que te cuento? Dejo que mis ideas fluyan sin pensarlo demasiado, pero a veces me abruma pensar en lo que otras personas pueden pensar. Y pues eso. Escríbeme de vuelta, me dará gusto leerte.
Me sorprende lo horrible que me he sentido estos días: la vista borrosa, el estrés tomándome por el cuello, ideas funestas danzando alrededor de mí. Cada día decido ignorar todo lo posible y me concentro en la música, en jugar con Nubecita, en ver doramas. Sé que huyo y me espanta esto que soy: una mujer llena de miedo. Decidí sacar esto de mi cuerpo, así signifique venir a sembrar en este espacio una mancha que no se borra nunca y que, más bien, se extiende silenciosamente a través de todo el tiempo que me resta de vida. Soy eso también: una sembradora de mi propia sombra. No sólo crecen las flores, la oscuridad también se alimenta. No sólo la luz resplandece, a su manera esta noche que se cierne sobre mí brilla con opaco silencio.
El otro día hablaba de ansiedad con mi familia. Una de mis primas nos contó que siempre imaginaba los peores escenarios y debido a eso no podía dormir, pasaba noches enteras en vela. Entonces otros primos contaron también sus experiencias, parecía ser algo común eso de llegar a niveles altísimos de preocupación. ¿Entonces viene de familia esta sensación que luego me ahoga y me paraliza? Debo ser clara, cuando fui con el psiquiatra no se me diagnosticó nada relacionado con la ansiedad. Soy una persona neurotípica común y corriente. Pero hay días en que siento una opresión en el pecho, sobre todo cuando se avecinan varios pendientes que dependen enteramente de mí, cuando requiero hacer muchas cosas con la mayor de las diligencias. Cuando me voy de viaje y mi rutina se ve interrumpida. Cuando estoy sola en eventos. Cuando nada me parece suficiente, ni yo misma, olvidando todos los mantras, los ejercicios de respiración, las sesiones largas de meditación. Es en esas ocasiones cuando el estrés me abruma. ¿Y si todo sale mal? ¿Y si quedo mal? Pienso que es una gran mentira el que nos hayan traído a la vida diciendo que gran parte de ella depende de nuestra voluntad. A veces siento que la vida es una fuerte ola, un torbellino, algo con mucha fuerza que simplemente me toma en sus brazos y me sacude. ¿Cómo manejar eso? Yo no tengo insomnio, pero me tardo en llegar al estado de fluidez. Pasará lo que tenga que pasar. Haré lo que tenga que hacer. Lo que quiera. Lo que sea. Viviré un momento más y otro y otro, una secuencia de momentos, una vida hilada con consciencia. Es lo único que se me ocurre ahora. No puedo creerme todo lo que pienso, me niego rotundamente.
la tempestad de ser quien soy llegó
Santa Marta, tu huracán voló mi casa.
No me voy,me alejo para ver mejores hora de enfrentarloya no hay vuelta atrás.
Quizá un día agradezca al dolor la posibilidad de percatarme de que estoy viva, de que he amado.
¿Qué puede florecer en una mente en blanco? Primero, la silueta de quien soy. Una forma. Humana, quizás. Una forma que se expande y abarca todo lo que pueda ser “la mente”. Cambia de colores. Unos conocidos, otros no tanto. El rojo no puede faltar. Luego… Necesito la mirada. El ojo que se abre, la pupila brillante que chispea. Hay que observar de alguna manera, que todo tiene cierta figura y dimensión. Constatar. Si el ojo se cierra, cae la noche. Si el ojo se abre, los colores se alborotan convirtiéndose en ráfagas que llenan todo el espacio. ¿Qué más hay en este sitio? ¿Pensamientos? ¿Cómo son? Supongo que los hay de muchas formas y tamaños. Algunos tan pequeñitos como semillas de girasol, que si se cuidan pueden crecer enormes. Otros rígidos como rocas, casi imposibles de destruir. Pero basta una mirada, una apreciación y su estado sólido se torna suave, se deshace, se derrite, se esparce en el ambiente hasta desaparecer. ¿Desaparecen los pensamientos? Quizá no, quizá sólo adquieren otra forma, se unen a otros cuerpos, encuentran la manera de permanecer. Hay una ventana en todo este espacio. Cuando está abierta, entran nuevas cosas. Ideas, la mayoría de las veces. Algunas encuentran casa de inmediato; otras se sienten incómodas, se aíslan, encuentran la manera de sobrevivir, de no marchitarse, por algo entraron. Luego la ventana se cierra, el ojo se cierra, los colores se apagan. ¿Qué puede florecer en una mente en blanco? ¡Flores! Muchísimas y de todos los colores. Su fragancia hace de este lugar un sitio cálido y agradable. ¿Son flores como las del jardín de mi mamá? Unas sí. Otras se parecen a mis dibujos de cuando tenía cinco años, apenas y se entienden a sí mismas. ¿Están vivas esas flores? Vivísimas, cómo no podrían estarlo. ¿Qué puede florecer en una mente en blanco? Un escenario. Un ensayo de mi vida. O quizás nada de eso. El blanco se clarifica hasta convertirse en una lente, en transparencia pura. Miro al otro lado de mi mente, ahí está todo. Mi rostro, mi cuerpo, mi vida en este planeta. De repente veo las flores y todos aquellos colores; ya sabemos, el rojo no puede faltar. ¿Qué puede florecer en una mente en blanco? Yo misma. Mi vida misma. Lo que sea. Todo es posible en este sitio.
Es un lienzo
y es un espejo
y es un cristal.
Me alegra haberlo descubierto.
—Cuéntame algo interesante.
—Lo más interesante que me ha sucedido últimamente es despertarme con ganas de iniciar el día. Me lavo la cara, preparo mi café, escribo a mano alrededor de media hora. Luego desayuno. Luego me siento en el portal a estudiar inglés. Después de eso lavo los trastes o avanzo en mis tareas pendientes. Tomo pausas cada cierto tiempo en las que hago ejercicios de respiración o juego ajedrez o juego con Nubecita. ¿Eso te parece interesante?
—Lo es. Es algo muy lejos del drama, de la tristeza o la desolación.
—Es verdad, siento paz.
—¿Por qué será que la paz no está relacionada con lo interesante cuando es algo que todas las personas perseguimos?
—Creo que nos acostumbramos a pensar que las vidas dignas de ser vividas tienen que atravesar mil obstáculos. La tranquilidad está subvalorada, pero es realmente complejo llegar a ella.
—Y, sin embargo, es posible alcanzarla.
—Justo. Creo que lo más interesante que me ha pasado últimamente es saberme viva todos los días, saberme en un momento irrepetible, ser testigo consciente de la fugacidad que habitamos, del milagro de mi cuerpo y mi mente. Y entonces me basta eso para ser feliz, realmente feliz.
Hablemos de vidrios transparentes, de esos que apenas se perciben. Existen, pero sólo lo sabemos por dos situaciones: estás prestando demasiada atención a lo que te rodea y entonces notas que ahí hay algo, que estás mirando a través de un cristal. La otra razón es que chocas contra él. Estás distraída, no había manera de percibirlo. Hay vidrios que se rompen ante el contacto con las cabezas que están perdidas, ante el contacto con los cuerpos que van aprisa, más rápido, más, la vida no espera. Otros resisten con su claridad impoluta. Son admirables: Los vidrios y las personas que los perciben antes de estrellarse contra ellos. Estaba pensando en vidrios transparentes porque lavé todas las ventanas de mi casa. Parecía una tarea complicada, pero me bastó un video de quince segundos para entender cómo se hacía. Quince segundos, la vida es realmente veloz. Sin embargo, tardé aproximadamente una hora en limpiar cada ventana. Primero porque son grandes. Segundo porque era mi primera vez. Pero la tercera razón es la más importante: En verdad me esforcé para que quedaran transparentes. Y aunque esa palabra me recuerda a las campañas políticas y su eslogan de “proceso transparente”, en verdad sentí que entendía el significado de ella cada vez que podía mirar a través de los vidrios sin algún tipo de mancha.
No soy la primera ni seré la última en relacionar la transparencia de los cristales con la transparencia propia. Y es que, bajo el cliché de que “los ojos son la ventana del alma”, en verdad creo que limpiar el cristal que me contiene es una tarea de paciencia, disciplina y convicción. Para limpiar las ventanas no se necesita más que agua, jabón, un jalador y un trapo. Para limpiar mi propia fragilidad necesito fuerzas. Necesito compasión. Me gusta imaginarme como ese ser de vidrio que más allá de romperse, es transparente. Miras a través de él como si fuera invisible, pero no lo es. Y en esa transparencia las cosas adquieren otra perspectiva. No sabría decir si lucen más claras o ligeramente deformadas, el caso es que lucen distintas. En el ejercicio de limpieza remuevo telarañas mentales, polvo acumulado de pensamientos pensados mil veces, mugre de palabras que me hirieron, manchas de distracciones que empañan mi presente. Si demoré una hora con cada ventana de mi casa, ¿cuánto es el promedio de tardanza en la limpieza del cristal que me conforma? Siento que llevo meses haciendo esto: dedicándome a la limpieza. Casi no hago nada más, es una tarea realmente cansada.
Pero, justo como el hecho de lavar las ventanas, la tarea viene acompañada de satisfacción y claridad. Valió la pena cada refriega. Valió la pena lastimarme las manos por no tener cuidado. Valió la pena informarse al respecto. La transparencia reluce y me consuela. Habito la claridad, me encargo de mi propia claridad. Soy la adulta responsable del mantenimiento de este cristal que soy yo. A veces me desespero, realmente me desespero y me dan ganas de gritar, romperme toda, hacerme añicos. Por fortuna, cada vez es menos ese impulso porque cada vez es más constante el ejercicio de limpieza. Conozco mejor ahora este material del que estoy hecha, la forma de esta ventana, consciencia de lo enorme y preciosa que es. Pienso que me pone triste esta analogía: wow, cuánta creatividad, compararse con los vidrios. Pero aún en esa ironía encuentro alegría: este es el cristal que yo soy, esta es mi limpieza, estas son mi claridad y mi transparencia. Y me siento realmente contenta de aprender a cuidar de ello. Ahora es posible mirar más lejos y mejor, a través de mí.
De pronto me entró un miedo. El miedo de saberme sin un empleo formal, sin un título, sin dinero (el año pasado gasté como si no hubiera un mañana y ahora todo es muy triste), el miedo de quedarme así para siempre. De que Librosb4tipos nunca sea redituable, de que todo sea caos.
Pero respiro. Respiro. Respiro.
La vida es aquí y es ahora. Ninguno de esos miedos se materializa aún y todo puede suceder, eso lo sé. Así que de alguna manera todo se va a ir acomodando, así que de alguna manera todo esto que sucede tendrá algún sentido. No hay de otra.
Es curioso cómo funciona el miedo, es curioso cómo todo se lanza hacia el cielo y parece no tener fin. Pero sólo es una ilusión. Nada está dicho todavía. Solo tengo que concentrarme en los objetivos. Recordar que esta vida me pertenece. Recordar que el tiempo es esto: otra ilusión.
Nubecita está de nuevo en mis piernas, siento la calidez de su cuerpo. Mi vida es mucho mejor desde que ella está conmigo. El sol, además, se cuela por la ventana y brinda una luz dorada. Y eso que está nublado. Me concentraré en eso: en este presente. Y apelaré a mi calma, a la calma de estar aquí. A la calma de saberme viva y afortunada por tener todo lo que tengo.
Ya sé que todo esto suena como si me lavara el cerebro, pero en parte es una herramienta que tengo para volver a lo importante de mí. Es que es tan fácil caer en la desesperación, pensar que no lo lograré porque hace años que no logro nada. Pero sé que puedo. Sé que puedo. Sé que puedo. Sé que puedo, lo diré hasta creerlo.
Si algo sé con certeza es que no vale la pena atormentarme por lo que no he hecho en todo este tiempo. De alguna manera esta es la vida que he elegido y, al contrario, debería dar las gracias por estar en este sitio y haber hecho todo lo que ya hice.
Supongo que son válidos mis miedos. Son válidos y verdaderos, pero no dejaré que me dominen. Recordaré la aventura de Ged que se la pasó huyendo de su sombra y cada vez que se encontraban, ella lo dominaba. Pero en cuanto él comenzó a buscarla y confrontarla, ella fue perdiendo fuerza. Sin embargo, no desapareció. Creo que eso es lo más bello, que no se trata de que los miedos desaparezcan. Ged abrazó a su sombra con fuerza y le permitió existir en él. Ya no la rechazó. Así que sé que mis miedos no se irán, no tienen por qué irse. Aquí, en este sitio que es mi persona, en este cuerpo que habito y que es un milagro, donde coexisten todos mis órganos, mi sangre, mis huesos... Aquí donde metafóricamente mi alma se encuentra, aquí también caben todos esos miedos. Los recibo con gratitud, pero no permito que tengan más protagonismo.
Respiro. Respiro.
¿No te parece que he perfeccionado la manera de convencerme de que todo va a estar bien? Hasta eso suena como si todo esto que te digo fuera una mentira. Pero no lo es y eso es lo que más me alegra. Necesitaba esta calma, este recordatorio. Es verdad que en este momento Librosb4tipos no es nada sostenible económicamente, pero mejorará. No hay manera de que no lo haga, el proyecto es increíble y tenemos un equipo y comunidad maravillosas. Sólo requiero disciplina y convicción y eso es lo que estoy construyendo. Esto es solo el principio, aunque mis miedos me hablen en el oído y me susurren: Hey, sabes que no es así. Hey, les respondo, no caeré en la trampa. Eso que me dicen sólo es una prueba: ¿Qué tanto creo en mi sueño?
Me la he pasado huyendo de todo eso, me la he pasado dándole voz a todas mis inseguridades. Bien, estoy lista para probar el otro lado. Para mostrar lo que sucede si simplemente me lanzo al ruedo y confío en mí. Sé que tú confías en mí y eso me emociona. Es más, agradezco tenerte aquí y poder desahogar todo esto que de otra manera solo da vueltas por mi mente, sin un rumbo fijo. Aquí tiene un destino.
Recupero la energía y afronto este día con toda la certeza de que todo me pertenece. Pienso en mi papá y en todo lo que él deseaba para mí. Sé que nací para cosas asombrosas y esas no tienen que ver con la gloria o la fama. Esas cosas asombrosas están relacionadas con mi paz, mi reconciliación y mi compromiso con hacer de mi vida un tiempo luminoso para mí y quienes me rodean.