09 mayo, 2023

Me gustan las mañanas

Siempre he admirado a las personas que se desvelan y trabajan tan bien cuando afuera está oscuro. Entonces encienden sus lámparas, utilizan lentes para trabajar con las pantallas prendidas, se concentran en la calma de la noche. Yo no puedo, aunque alguna vez pude. Alguna vez fui esa joven nocturna que leía, escribía, veía películas y hasta platicaba a altas horas de la madrugada. Me acuerdo de varias veces en que me puse a ver documentales; uno de ellos, por ejemplo, trataba sobre cómo funcionan los ojos, fue fascinante. Pero luego, no sé en qué momento, regulé mi ciclo de sueño. Comencé a dormir ocho horas. Casi imperceptiblemente, cuando el reloj marcaba las diez de la noche, yo ya estaba preparándome para dormir. Entonces, en las mañanas, despertaba lista para enfrentar el día. Muy raro eso, lo de estar lista.

He descubierto que me gustan mucho las mañanas. Me gusta el sonido de los pájaros en el jardín, los pasos de mamá por la casa, la modorra de Nubecita que se desvanece lindamente para comenzar con sus travesuras. Me gusta mirar por la ventana, ver el sol alzarse poco a poco sobre las flores. Me gusta esa rutina que me he impuesto: la de escribir los primeros pensamientos, preparar agua caliente para el café, recortar y pegar papeles en el cuaderno. Me gusta armar la lista de cosas pendientes, revisar lo que hice ayer, escribir lo que soñé. Me gusta el clima de mayo que es simplemente perfecto. Incluso, me gusta ir a la tienda y disfrutar del silencio de la calle, de ver a los vecinos en pijama y a los perritos bostezar. 

Entiendo algo: disfruto más mis mañanas porque no tengo que ir a trabajar, no tengo que apresurarme con el desayuno o bañarme en un dos por tres. ¿La dicha de ser freelance? 

No hay prisa, sólo la calma de saberme viva un día más. No hay estrés, sólo la dicha de tener un presente que me gusta. ¿Volveré  a vivir de noche, a desvelarme, a conversar a altas horas de la madrugada? Suena bien, pero lo dudo.

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