23 diciembre, 2013

Ideas sueltas

¿Quién SOY? ¿Lo sabré alguna vez? Quizás no. Quién sabe. Es lo de menos. Aunque no lo sepa, VIVO. Me gusta mi vida, debo confesarlo. Me gusta tomar decisiones que quién sabe a dónde me llevarán, pero que se convierten en un RETO. ¿Alguien comprende lo que digo? Quizás no. Pero qué importa. He llegado a la conclusión de que todos somos BRUJOS. Yo más que nadie. Bruja porque puedo anticiparme al futuro, puedo saber sin que nadie se entere, de que lloraré escuchando cierta canción. De que extrañaré a ciertas personas. De que seré lo que nunca en toda mi vida pudiera haber imaginado. ¡Qué importa eso! ¡SOY! Hay una gran diferencia entre lo que uno quiere ser y lo que en realidad es. Mátenme si no es cierto. Desde que era pequeña supe quién se iba a quedar con quién. De quién serían los fantasmas. ¡La muerte! NUNCA, nunca pude adivinar que mi prima moriría y eso me sigue sorprendiendo y quizás por eso me siento culpable. Por no anticiparme a mi otra prima de que su hermana se IRÍA. Eso me sigue causando llanto, un llanto tan incesante como el mismo mar. Sólo los que han perdido a personas tan queridas pueden comprenderme. Pero después de todo, VIVO. Y la culpabilidad no me ha hecho añicos. Me hizo añicos un AMOR loco y desenfrenado que no pudo ser. ¡Nos amábamos! Y sólo los que aman con la misma fuerza pueden comprendernos. ¡Nos amábamos! Pero así como la vida es LOCA, no pudo ser. Tuvimos que resignarnos. Y estuvo bien, no me quejo. Sólo que valoro la MAGIA. La magia de estar vivo. Para nada apoyo a los existencialistas. Pobres, no tienen suerte. Cuando quiero decepcionarme de la vida, algo pasa, siempre algo pasa, que termino sorprendiéndome de su MAGIA. ¿Cómo no pueden percatarse de la MAGIA de RESPIRAR? ¡Tan sólo de respirar! ¡Qué importan las decisiones, RESPIRAMOS! Y si respiramos TODO LO DEMÁS es POSIBLE! ¡Todo es POSIBLE! Depende de cada quién. Me han dicho que por qué sueño cosas imposibles, les diré algo. ¡Son cosas IMPOSIBLES para ellos! Porque para mí, para mi forma de pensar y ser nunca ha habido cosas tan ciertas. Pata mí nunca ha sido mentira mi concepción del futuro. ¡Soy capaz! ¡Es mi vida! ¿Por qué no he de ser capaz? ¿Cuánto viviré? ¿Alguien lo sabe? Si nadie lo sabe, ¿por qué alguien ha de saber de qué soy capaz? Simplemente lo sé y solamente a la hora de mi muerte sabrán que tengo la razón. Sabrán que vale la pena soñar con cosas grandiosas. ¡Volé! ¡He volado! ¡Volaré! No hace falta morir para descubrir que UNO AMA ESTAR VIVO Risa.

05 diciembre, 2013

El asiento moral

Si te sientas en él, inevitablemente sentirás el deseo de cederlo. Se encuentra en un vagón del metro de la Ciudad de México, el transporte público por excelencia. Yo lo vi, pero no quise usarlo porque vi su tono verdoso un tanto diferente, como no llevaba mochila, preferí ir de pie todo el trayecto hasta Guerrero. Una señora de lentes negros se sentó en él, pero a la siguiente estación se paró para cederlo a una mujer que entró comiendo un polvorín.

La mujer de canas blancas comió su pan con toda la serenidad del mundo mientras estuvo sentada, situación que no duró mucho, porque dos estaciones después cedió el asiento a una mujer embarazada. Cómo se acariciaba la panza aquella futura madre y tuvo que dejar de hacerlo cuando un hombre ciego subió al vagón. Nadie más se levantó, sólo la mujer y su enorme panza, era porque estaba ocupando el asiento moral, aquél que no te deja quedarte sentado mucho rato porque necesita de todos los traseros.

Por fortuna, aquella señora bajó en la siguiente estación y el ciego ocupó el asiento, para dejarlo después a una niña de tres años que estaba haciendo berrinche porque quería ir sentada. ¡Qué feliz fue esa niña en las dos estaciones que duró en el asiento moral! Después su madre la jaló y ambas salieron dando traspiés en una de las estaciones más concurridas.

El asiento moral estaba a la expectativa, ¿quién se sentaría en él? El ganador fue un hombre de gorra azul, moreno y cansado. Lo miré cuando bajé en la siguiente estación. Se había levantado para ceder el asiento a un hombre de mayor edad que usaba bastón. Ay, ese asiento moral, de verdad que remuerde la conciencia. ¡Todos los demás asientos qué estáticos están!

03 diciembre, 2013

BookTube

Jamás creí que subir videos a YouTube sobre libros y palabras me traería tantas satisfacciones. La plática en la FILIJ (Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil) tuvo cupo lleno, preguntas interesantes y sobre todo la manifestación de un deseo general: ¡Leer! ¡Leer! ¡Leer! Tonny, Karenina, Paulina, Erik, Juan Carlos y yo mostramos algunos de nuestros videos y explicamos nuestro objetivo al hacer videos “culturales”. Nada más que compartir el entusiasmo por la lectura y mostrar que no es siempre aburrido, tedioso o difícil sumergirse en una historia. ¿Hasta dónde llegará BookTube? Nadie lo sabe, pero esperamos que se una muchísima más gente. ¿Verdad?

01 diciembre, 2013

Fluffy

Fluffy, nuestro perro, falleció el 12 de noviembre. Vivió diez años. De mirada triste, era un perro que se sentaba a tu lado si salías al jardín a llorar tus penas. Estuvo ahí cuando se murió mi prima Karol y también cuando en el portal de la casa recibí la muerte de Pamela. Guardián de la familia, jefe de todos los perros de la calle. Una vez, enojada con mis padres, salí a media noche a observar el cielo estrellado sin que nadie se diera cuenta. Fluffy se acercó y observamos juntos los astros. Ese día vimos tres estrellas fugaces. Y cuando mamá salió a buscarme, yo lloraba y Fluffy ladró como diciendo que todo estaba bien. Llegó a casa en brazos de mi hermana, cuando todos estábamos pequeños y la familia tenía menos problemas, precisamente porque éramos unos niños. Lo cuidamos mucho. Aunque después creció y se volvió un perro libre. Aullaba toda la noche cuando lo atábamos y el sonido que emitía era tan lastimero que me sentía en medio de un cuento de terror. ¡Cuántos noviembres creí que las almas realmente estaban en casa debido a su aullido! Y éste último no fue la excepción. Soñé que él plantaba cara a los fantasmas que pasaban por nuestra casa, en busca de nuestros espíritus. “¡No se los llevarán!”, ladraba Fluffy con toda la fuerza de su ser canino. Y me sentí orgullosa de que estuviera con nosotros. Por eso, al enterarme de su muerte sentí de un golpe el paso de los años. Otro ciclo se ha cerrado en nuestra vida como familia. Nuestro buen perro ha ido a ese río, quiero creer, para ayudarnos a cruzar cuando llegue el momento. O tal vez no, quién sabe. Sólo sé que siempre pensaré en él con cariño y gratitud.