29 diciembre, 2009

Cuando la gente quiere

“La maldita mediocridad. Volver a creer en nada, en todo, en algo… que no fue nada, ni todo, ni algo”.

[Escrito por Abril G. Karera el 14 de Junio de 2009]

Para E.

Mintieron.

Ellos me mintieron cuando aseguraron

que pierdes los sentidos una vez que quieres a alguien.

Que las pupilas se te botan de los ojos

para colocarse en otros,

que los labios se confunden con el viento

y en cada beso parece que besas la brisa,

que las manos sienten lo invisible

y hasta conocen la textura de las frases.

Ellos me mintieron cuando dijeron

que los oídos tienen en el tímpano el solo timbre de una voz

y que los olores ya no  se distinguen

y todo huele a un solo cuerpo.

Fueron unos mentirosos.

Yo no sé cómo es cuando la gente quiere.

Pero sé que cuando yo te quise

a mi mente no venía otra cosa que tu nombre.

Sé que cuando pensaba en ti los días se me iban veloces,

que los recuerdos se transformaron en voces

y no cesaban de repetir “te quiero”.

Cuando yo te quise mi vida parecía otra

era volver al pasado sin dejar de estar en el presente.

Sé que cuando yo te quise lo habría dado todo por ti.

Pero no fue así.

En tu mente divagaban otras cosas,

tú tampoco sabes cómo es que la gente quiere

se te perdieron los días en la cuenta de los errores

te mezclaste en los reproches

no creíste en mi persona

y ahora… ahora nos hemos vuelto extraños

y no me duele ya no pensarte.

Todo por no saber cómo es que la gente quiere

y por no confiar en cómo era que nos queríamos.

notas:

¡FELIZ AÑO 2010!

(:

22 diciembre, 2009

Olvidando traumas

“La diferencia es que ahora confío en mí, ahora quiero actuar y no sólo pensar, ahora quiero disfrutar todo plenamente, sin remordimientos, ni dudas, ni tristezas, ni inseguridades. Vivirlo. Solamente vivirlo".

[Escrito por Abril G. Karera el 27 de Mayo de 2009]

—¿Vamos a regresar algún día? —dijo E con un tono de esperanza en la voz.

—¿Tú quieres regresar conmigo? —pregunté con cierto desafío.

—Es que me dejaste traumado.

Esa no era la respuesta que esperaba. Era más sencillo haber dicho un simple , pero la palabra trauma se le fue por los labios y llegó a incrustarse en mis oídos. Era verdad. Yo traumé a E.

En ese tiempo yo tenía 13 años, iba en segundo de la secundaria y E era mi mejor amigo, platicaba con él todos los días porque se sentaba atrás de mí en las clases, también hablábamos por teléfono, llegó a conocerme casi tan bien como yo lo conocí a él. Nunca supe que quería conmigo, es la clásica relación de mejores amigos niña-niño en la que la niña nunca lo verá como algo más.

Sucedió que C y yo terminamos. E fue el único que supo cómo consolarme, C nunca le había caído bien, me tardaba las horas contándole cada uno de mis sentimientos y cada una de las cosas que aún deseaba decirle a C, E me escuchó pacientemente, siento que hasta sufría conmigo. Sucedió también que, en ese entonces, yo me frecuentaba con un chico llamado Daniel, él ocupaba mi salón en el turno vespertino y lo conocí por medio de notitas en la butaca, pero no me gustaba en lo absoluto.

Cuando terminé con C todas mis amigas se preocuparon por mí, era algo obvio, yo estaba muy clavada con él pero la situación era más que insostenible, así que ellas todos los días después del rompimiento se la pasaban diciéndome cosas como: “Olvídalo, no vale la pena”, “Míralo, ya está con otra, no te quería de verdad”, “Confía en nosotras, encontrarás a alguien mejor”. Lo malo era que esas frases en lugar de hacerme sentir mejor me ponían muy mal y por eso un lunes decidí decirles:

—La verdad es que ya tengo novio.

Ellas no me creyeron, ¿Gaby tiene otro novio? ¡Pero si ella sólo tiene ojos para C! Así que me dijeron que lo presentara. Y ahí me tienen en la puerta de la escuela junto a Daniel.

—Daniel ellas son mis amigas, amigas él es Daniel.

Nunca mencioné la palabra novio, así que Daniel ni sospechó, pero el hecho de haberle presentado a mis amigas significó para él una especie de avance conmigo :S. Mis amigas no volvieron a decirme nada. Para el martes yo ya había olvidado mi mentira.

El jueves de esa semana no habría clases y E y mis amigas vendrían a mi casa a ensayar una obra de teatro, pero antes de que llegara ese día, el miércoles, una fuente muy confiable me dijo que E quería conmigo, la noticia me dejó impactada, pero, quizás por falta de autoestima o por simple inmadurez, decidí comprobarlo y marqué el número de su casa.

Era verdad, después de más de dos horas de conversación telefónica lo había orillado a confesarme sus sentimientos, es una sensación que no olvidaré, por un lado, el regocijo de saber que alguien importante para ti ¡te quiere!, por el otro, el sabor amargo de saber que tú no lo quieres de esa manera. Aun así, cuando él dijo:

—¿Quieres ser mi novia sí o no?

El se asomó por mis labios y se convirtió en frase dicha con toda la fuerza que pueden dar las únicas dos letras que la componen. E era feliz. Yo estaba confundida. El jueves E se presentó temprano en mi casa, platicamos un rato y me di cuenta que, a lo mejor, si yo ponía empeño, las cosas podrían funcionar, después de todo, él era mi mejor amigo.

Mis amigas no tardaron en llegar y estuvimos ensayando la obra de teatro. Hasta que sonó el teléfono. Era Daniel y quería verme. Yo lo invité a la casa, no me pareció una mala idea porque no me acordaba de mi odiosa mentira. Cuando entró por la puerta E preguntó:

—¿Quién es él?

—Es su novio.—dijeron mis amigas.

—¿Están seguras? —preguntó E con voz molesta.

—¡Claro! No sabemos desde cuándo andan, pero nos lo presentó el lunes.

E enfurecido me dijo casi gritando:

—¡Jamás pensé que fueras este tipo de persona!

Entonces me di cuenta de todo, miré a mis amigas con cierto rencor, pero era mi culpa por decir mentiras, seguí a E hasta la puerta con frases como:

—¡Espera! No es eso que tú crees, déjame explicarte, confía en mí, ¡E!

Se fue y azotó la puerta de mi casa. Al día siguiente le di una carta donde terminaba con él, era mi mejor amigo y no podía traicionarlo andando con él cuando aún quería a C, lo malo es que no le dije eso, sino que le escribí puras cosas como: “Ya que no confías en mí esto no puede funcionar”. Sí… yo traumé a E.

Cinco años después…

—Gaby ¿sigues ahí? —la voz de E interrumpió mis recuerdos repentinos, últimamente volvía a charlar con él, me caía bien y lo había descubierto: estaba enamorada de él.

—Entonces ¿vamos a regresar? .—dije esa tarde de mayo. —Para que olvides los traumas.

Notas:

Las entradas que estoy publicando son una serie de 12 historias, una por cada mes de 2009 que representan las cosas más importantes que me sucedieron este año que ya se va, ahorita vamos en Mayo y la próxima será Junio, espero en verdad que les agraden.

No puedo postear tanto como quisiera debido a razones decembrinas que azotan mi hogar, pero eso no me prohíbe desearles una

¡FELIZ NAVIDAD!

y muchas gracias de verdad por tomarse el tiempo de leer y comentar cada una de las entradas, sin ustedes el blog no existiría, ya habrá sorpresitas para año nuevo juju, así que no dejen de frecuentarme xD. ¡Saluditos y que estén de lo mejor!

15 diciembre, 2009

Abril se pintó de rojo

“Duelen las ausencias Diario. Duelen como nunca antes.Y así se va forjando la vida, de múltiples presencias que en su debido momento irán dejando un vacío.”

[Escrito por Abril G. Karera el 25 de Abril de 2009]

Mañana 24 de abril Gabriela tiene un examen muy importante, no hay nada que la salve, pero de todas formas se presentará en el salón, probablemente le dé náuseas contestar la primera pregunta, se dará de topes en la butaca, mirará con odio al profesor, inclinará los ojos a la izquierda o a la derecha para tratar de copiar alguna respuesta razonable, no encontrará ninguna, fingirá dolor estomacal y saldrá del salón… derrotada. Toda esa situación pasa por su cabeza y con pesar, de nuevo, toma la calculadora mientras escucha música de Yann Tiersen. Ella necesita un milagro.

No mucho después llega su tío, Gabriela está sumergida en los números, un siete la empuja cuando el tío pregunta:

—Gaby, ¿qué haces aquí afuera?

—Tarea.

Ella espera alguna respuesta irónica, una burla, pero el tío responde:

—¿Está tu papá?

Gabriela asienta. Abre la puerta y su padre está viendo la televisión. El tío lo saluda. Su rostro refleja algo malo. Ella se queda a observar, apuesta a que la operación puede esperar unos minutos. Sin embargo al transcurso del primero no puede creer lo que está oyendo… Se encierra con los ojos húmedos en la habitación de sus padres, su madre y hermanos la cuestionan “¿Qué pasa?”, y ella deja que las palabras salgan en chorro, al compás de su llanto.

—Karol murió.

Y nadie puede creerlo. Como nadie cree la muerte. Como nadie tolera la muerte.Y menos de una niña de cinco años. Tan sólo cinco años. Siente que el nudo en su garganta se va haciendo más espeso al evocar el rostro de su prima. Ella no pudo haber muerto… A su mente se aglomeran las imágenes, la última vez que la vio, el día de los reyes magos, el sábado de gloria, pero resurge uno, uno que le pone la piel de gallina.

—¿Qué miras nena?

—Es que afuera hay alguien.

Gabriela se asoma por la ventana y no logra ver a nadie. Abre la puerta y se pasea por el jardín. Sigue sin ver a nadie. Karol la ha seguido.

—Tal vez sólo era una sombra.

—¡No! Vino y ya se fue, pero me dijo que regresaría por mí.

—Jajaja, ¡qué chicuela!

Gabriela comienza a reírse. Su familia la ve como una loca. No puede ser se dice para sí, la muerte una vez más abraza a la familia y eso sólo para reafirmar que en cualquier momento puede terminar todo. Todo de todo. Gabriela aún respira. Ya no tiene ganas de hacer cuentas, ni de pensar en exámenes, oye el llanto de su hermana y con tristeza se sienta a mirar el televisor.

“Las clases han sido suspendidas por la Influenza, mañana nadie en el Distrito Federal tendrá clases, por favor quédese en casa a descansar".

Gabriela no puede creer lo que mira. El rostro de Karol sigue en su cabeza, no entiende nada de lo que dice la conductora, influenza, Ah1n1, tos, gripa, semana, cerdos, escuelas… en su cabeza sólo se repite una y otra vez esa experiencia con Karol, aún no lo cree, nadie lo cree todavía, todos están como anonadados ¿cómo puede morir alguien así? ¿cómo?

Todo le parece una película extraña. Se ha salvado del examen, pero no se siente feliz, la tristeza le llena la respiración y se vuelve tan densa que Gabriela se queda dormida.

12 diciembre, 2009

Pijama se escribe con J

“¿Cómo sé qué es lo que amo? ¿Cómo lo sé? En verdad me siento desolada… como si de pronto todo lo que hubiese creído fuera tan sólo una ilusión…”

[Escrito por Abril G. Karera el 06 de Marzo de 2009]

La J me dio una cachetada. Ya estaba harta de que sólo dibujara a la C en los márgenes de mi cuaderno. Yo no tenía remedio, el robo de mi celular me había dejado en shock. La D me juraba que el destino no existía, no podía confiar mucho en ella ¿verdad?. La C estaba muy triste por iniciar dos palabras que yo repetía constantemente, el nombre de él y “casualidad”. Sin embargo, algo era seguro, yo no las escuchaba ni a ellas, ni a ninguna de las otras veinticuatro letras del alfabeto.

Esos días me los pasé encerrada en una burbuja. Las letras me extrañaron, yo lo sé, querían que de nuevo las plasmara en mi Diario, y lo hice, pero alejada profundamente de ellas, como si de pronto se me hubiera olvidado que ellas le dan sentido a mi existencia y que me gusta la manera en cómo me deshacen y en cómo me reinventan. No estaba con ánimo para ser su amiga. No estaba con ánimo para ser amiga de alguien.

Pero el cartel del concurso llegó a mis manos ese día de marzo, se llamaba Amor se escribe sin H y consistía en escribir correctamente una serie de palabras, el que tuviera menos errores ortográficos iba a ganar mil pesos. Así que decidí participar, por un lado porque necesitaba algo en qué distraerme, por otro porque era una manera de ganar dinero. Nunca me puse a pensar en que sería también por amor a las letras. Y ellas lo resintieron.

El día del concurso, cuando el dictado comenzó, las letras decidieron cobrarse mi poca atención y mi egoísmo, escogieron a la J como comandante de su ejército y a la hora de escribir decidieron darme alguna ventaja para después dar un ataque fulminante. Llegué hasta la última etapa porque hasta ese momento las palabras no eran relativamente difíciles.

barbaján

sanguijuela

enjuto

gorgojo

La J fue buena conmigo. El plan era hacerme fallar en al menos una de esas palabras, pero se compadeció de mí. Hasta que vio una C enorme en la esquina del examen. Entonces con todo el coraje de su persona se ocultó y a la hora de buscarla en el cerebro desapareció.

image La Z, C y S se le unieron porque no estaban seguras de que la J fuera impasible… pero lo fue. Y por esa razón no me eché mil pesos al bolsillo. Desde ese día decidí dar prioridad a la figura de las letras, yo las amaba, ellas no se habían olvidado de mí, ya no me importaba si palabras como casualidad, destino, justicia o amor aparecieran en mi camino. Si algún día iba a suceder algo sucedería. Si no… de todas maneras iba a seguir viviendo.

09 diciembre, 2009

Mensaje enviado

“Tengo algo raro. Soledad. Creo que el silencio mata más que mil palabras.”

[Escrito por Abril G. Karera el 11 de Febrero de 2009]

Los dedos han realizado lo que les ordenaste, no hay nada más que hacer, aunque te arrepientas la pantalla del celular reza “Mensaje enviado”. Suspiras. ¿Cómo es que él se volvió tan indispensable? Un día despertaste y descubriste que no le habías olvidado. ¿Piensas que diciéndole todo eso en un mensaje las cosas se recuperarán? Hiciste circo, maroma y teatro para conseguir su número, ahora sólo es cuestión de esperar.

Llegas a casa, en tu mente baila lo que escribiste “Hola, soy Gaby, espero que te acuerdes de mí, te mando este mensaje porque tengo algo importante que decirte, ojala te comuniques conmigo”, ya pasaron dos horas y no has recibido respuesta. Te sientes tan desganada que te tiras en la cama y miras el techo, sin querer te quedas dormida. Te despierta el timbre del celular, por un momento se te ha olvidado lo que has hecho, pero cuando ves de quién es el mensaje el corazón te palpita furiosamente.

Claro que me acuerdo de ti, disculpa que apenas te responda es que no tenía saldo, dime cuándo nos vemos, ¿qué es eso que me tienes que decir?”, tus dedos se desplazan por las teclas “Lo sabrás el día que nos veamos, ¿qué te parece mañana?”, mientras esperas la respuesta comienzas a pensar si serás capaz de decirle eso que planeabas. ¿Podrás decirle que no lo has olvidado? ¿Que lo quieres tanto? ¿Podrás?

No voy a poder esta semana, ando muy atareado con la escuela, pero ¿qué te parece el sábado próximo?”, te quedas helada, tú no puedes esperar tanto, pero lo admites porque al fin de cuentas lo que importa es que se lo digas, “Vale, está bien, te veo el sábado en el centro a las seis de la tarde”. Listo. No hay vuelta atrás. Si ya esperaste varios años ¿qué más da esperar otros cinco días?

El miércoles tu celular suena a las once y media, “Buenos días Gaby, dime de qué se trata eso que quieres decirme, no puedo esperar al sábado”. Tu rostro no consigue ocultar una sonrisa, sientes que lo quieres más que nunca, pero debes decírselo de frente para que se te quite esa terrible sensación del pecho, “Lo siento no te voy a decir, sé paciente”. Le pides paciencia cuando tú eres la que se consume en la impaciencia.

El jueves te manda un mensaje a las cuatro de la tarde “Hola, hoy puedo ir a verte ¿te veo en una hora?”, ¡¿una hora?! ¿pero qué se ha creído?, no puedes, una hora es muy poco para prepararte mentalmente, no lo harás, además ya has planeado otras cosas… ¿o debes verlo? ¡No! Ya quedaron el sábado, que sea el sábado. “Es que ahorita no puedo, mejor el sábado como quedamos”.

Sin embargo ese mismo jueves en la noche te consumen las ganas de decirlo todo, ya no toleras ni un minuto más con toda esa confesión en la garganta, no has dejado de pensar en él, pensar que quería ir a verte, total ¿y si le dices de una vez? ¿y si se lo dices y el sábado sólo lo ves para que te dé una respuesta? Esa idea suena bien. De nuevo los dedos comienzan a desplazarse por las teclas.

Cuando decides enviar el mensaje son más de las doce de la noche, quizá ya está dormido ¿lo habrás despertado? No lo sabes, en la pantallita sólo se aprecia el “Mensaje enviado” que es a la vez prueba de que no hay vuelta atrás y pensando en eso te agarra el sueño. Al día siguiente sabes que en cualquier momento tu celular sonará, lo miras cada minuto desde que te levantaste a las cinco de la mañana. Todavía vas al CCH. A la primera hora te toca Griego. Pones el celular en la butaca mientras anotas las oraciones a traducir. Sin pensar te vas a revisar tu ejercicio con la profesora.

Cuando regresas no reparas en el celular porque te dispones a revisar otras cosas, parece sorprendente que por unos minutos el nombre de él salga de tu cabeza. A las ocho cuarenta de la mañana te das cuenta que el celular ha desaparecido. Lo buscas en tus bolsas, en el suelo, en la mochila, en la mochila de tu amigo, no hay nada, ¡nada!, te lo han robado. No sabes si comenzar a carcajearte o ponerte a llorar, ¿por qué te lo tuvieron que robar este viernes? ¿Por qué?

El sábado te paseas por el centro a la hora acordada.

No hay nadie.

06 diciembre, 2009

Mis poderes mágicos

“…resulta extraño reencontrarse con la gente del pasado, siento que duele el pasado, aunque no entiendo muy bien por qué… de verdad que no lo entiendo.”

[escrito por Abril G. Karera el 07 de enero de 2009]

Ellas eran las mejores amigas y tenían poderes mágicos. Solían usarlos para toda ocasión, claro está, no podían volar, ni sacar hielo de las manos, ni volverse fuego, tampoco podían ver a través de las paredes, ni oír las más bajas conversaciones… pero ellas podían pronosticar el futuro y hacer que ciertas situaciones le sucedieran a las personas que eligieran.

Lo comprobaron cuando desearon que Juan resbalara… y allá fue a dar Juan, resbaló del tercer escalón y cayó de sentón. Las dos se miraron mutuamente. Sus poderes existían en verdad. Sólo tenían ocho años y usaban los poderes a diestra y siniestra. Por ejemplo, ellas provocaron que el equipo de basquetbol, en donde estaba la niña que detestaban, perdiera; provocaron que el conserje, que a veces les cerraba la puerta porque llegaban tarde, fuera regañado múltiples veces por el director.

Provocaron la leyenda de que hasta el fondo de la cancha de fútbol asustaban, lograron que ningún niño se acercara a ese sitio, y se les quedó a ellas, en donde podían platicar y ver de qué manera iban a seguir usando sus poderes. Llegó a ser una obsesión. No podían dejar de pensar en ellos.

Sintieron que se las estaban tragando. Sintieron que dejaron de ser dueñas de sí mismas y entonces… pelearon. Lo único que mantenía a los poderes era el lazo de amistad que las unía, pero cuando este rompió… ellos desaparecieron. Lo supieron cuando se desearon el mal entre ellas y simplemente no pasó nada. Una de ellas hasta corrió a la esquina de la cancha de fútbol para ver si funcionaba… pero no. Todo había desaparecido.

Los años pasaron y ellas creyeron que todo fue un simple juego de niños.

—Aunque la verdad yo sí creía que teníamos poderes… ¿tú no? .—le dijo una a la otra un día hace cinco años.

—La verdad yo también lo creía.

Ambas tenían en la mente volver a intentarlo… pero les pareció absurdo y abandonaron la idea. Después la vida las separó, la distancia, las situaciones, cuando una se dio cuenta ya habían pasado tres años sin saber de la otra. Los tiempos habían cambiado tan rápido.

Sin embargo, esa mañana de enero vi en mi bandeja de entrada una solicitud para el jai faiv, era de ella. La acepté. Nos volvimos a frecuentar. En enero de este año me reencontré con mi mejor amiga de la infancia.

Ahora simplemente quiero creer que todo es una casualidad. Porque el destino y los poderes mágicos no existen ¿verdad? Todo es una simple casualidad, porque entonces ¿cómo explicarían que cuando deseo algo… se me cumple? ¿cómo explicar las tantas cosas que he pedido y se me han dado? ¿con qué sustentar el hecho de que casi siempre tengo una suerte excepcional?

La razón me dice que es una casualidad. La intuición me susurra que son mis poderes mágicos.

03 diciembre, 2009

Carretera

carretera Caminar. Tan sólo caminar. Mirar tus labios moverse al compás de tus palabras y a tus palabras bailar con tus historias y a tus historias envolverme en su trama… y a la trama llegar sin previo aviso…

Y luego besarte… fundirme con tus labios… mezclarme en tu silencio y hacer un silencio extraño, de esos que nadie oye más que nosotros. De esos silencios que apagan los estruendos, que se vuelven atronadores, que te impactan en los oídos, que ni con suspiros, ni con frases románticas tendrán más sentido que si sólo estamos callados.

Tan sólo pensar en que te irás me hace extrañarte más que nunca. Así que rozo mis dedos con los tuyos y permito a tu risa traspasar mis labios e inundar de su sonido mis pulmones y la tráquea. Mi risa suena a la tuya. Te lo dije, cambiaríamos de risa… Y ahora me tomas de la mano y esperamos incesantes a que los automóviles terminen de pasar… las luces de los faros iluminan nuestros rostros contentos.

Mirarte de ladito, sintiendo el concreto frío en la espalda, son de esas situaciones que no olvidaré, ver el cielo nocturno y despejado, y tu sombra despegada de tu sombra, convertida en la silueta que se inclina para besarme. Si pudiera describir cada movimiento que provocas a mi cuerpo, es una enorme población de guerras y encuentros, de proclamaciones de paz, de explosiones en los dedos…

Ya no me basta con sólo un beso ¿sabes? Si contigo todo el ajetreo del mundo lo siento en los latidos. Ya no me basta con sólo un beso pero nos tenemos que parar porque se acerca un auto. Así que desafío tu mirada en la oscuridad, las pupilas se desprenden y divagan en el ambiente. Nuestro silencio se ha comido las pupilas. Ya no sé dónde comienza y dónde termina la carretera, pero estuve contigo en algún punto de ella, el principio o el final, ¿a quién le importa?

Dile a nuestro silencio que me devuelva las pupilas porque necesito ver bien mi rostro a la hora de escribir esto.