19 mayo, 2019

Escombrar esta habitación


Quizá no he comenzado a escombrar esta habitación porque hacerlo implica poner en orden mis ideas. Darles sentido. Descartar ilusiones. Plantar los pies en la tierra. Doblar la ropa es insistir en que puede haber orden y ¿acaso no es lo que busco? El orden limpiaría las telarañas de la mente, esas ideas necias que albergo por muchas razones: miedo, esperanza, certeza de que todo cambia o de que nada cambia, ya no se sabe. Hay libros regados en el piso, historias que sigo sin conocer porque no hay tiempo, porque he estado ocupada, aunque los últimos dos días he visto más videos en Youtube de los que tenía planeados. Ropa sucia que se mezcla con la limpia, como los pensamientos funestos que devoran las ideas de salir de esto. Vamos, ponte en movimiento, trae una escoba y barre todo esto de tu mente. Que el polvo se salga por la ventana de tus ojos, que se airee todo el espacio para que puedas sentirte en paz.

Tal vez no he escombrado esta habitación porque hacerlo implica entender que siempre hay un nuevo comienzo. Tanto y tanto y tanto para que al final siempre se pueda comenzar de nuevo, qué horror. Hubo días en que llegué tan cansada que fui echando todo sobre el sillón o sobre la cama, la montaña de cosas comenzó a confirmar que alguien llegaba, que alguien iba apilando pruebas de su existencia; la montaña de ideas no producía nada, pero verla ahí era suficiente, un guiño de que algo, alguien, pasaba. Tantas cosas no pueden acumularse en un día, se necesita tiempo, se necesitan ganas de pensar, de dejar, de confirmar que se respira. Y ahora hay que limpiar porque, aunque nadie lo ha querido decir, esa montaña estorba. Como estorba la vida cuando la dejas solamente para que se asolee y se pudra.

Escombrar, escombrar, ordenar las ruinas, sacar el polvo, apilar los papeles, juntar la basura y tirarla fuera. Vivir, vivir.