11 marzo, 2023

Una piedra en la garganta


Tengo una piedra en la garganta. Decirlo de esa manera es una metáfora, por supuesto. La piedra obstruye el habla, la respiración e, incluso, la ingesta de alimentos. De repente arde. De repente pica. Es incómoda a más no poder. Mientras sigo el tratamiento indicado por mi médico, pienso en la luz azul.

Hice una meditación que se llamaba Activando tu chakra garganta. Honestamente, no sé mucho acerca de los chakras ni esas cosas, pero suelo explorar todo tipo de meditaciones porque es uno de los asuntos más placenteros que encuentro últimamente: cerrar los ojos, dejarse llevar por una voz, respirar profundamente, permanecer y saberlo. Sí, eso me gusta.

Bueno, pues esta meditación decía que imaginara una luz azul en mi garganta, una luz que poco a poco crecía e inundaba todas las otras partes de mi cuerpo. Fue un ejercicio interesante. Quiero decir, sé que ahora mismo no me encuentro en las mejores condiciones, aquella piedra es dura y duele; pero al cubrirla por esa luz azul, de repente sentí que podía romperla.

Romper piedras, se necesita realmente mucha fuerza para ello, ¿no es así? Ahora que me he disciplinado un poco con el ejercicio, descubro que casi no tengo fuerza. Soy débil, en el sentido más literal de la palabra. Enclenque. Así que me sorprendí mucho cuando, al pensar en esa luz azul, sentí la capacidad de poder desmoronar la piedra en la garganta. ¡Abran paso, ha llegado la chica que descubrió que tenía poderes mientras meditaba! Quizá no se trata de mover cosas con la mente, como Matilda. Pero romper piedras no está mal. Sobre todo si se trata de las que están en partes específicas del cuerpo, deteniendo todo.


Ahora que tengo esta sensación desagradable de enfermedad, pienso en muchas cosas:


Pienso en el calor incesante que está haciendo estos días. ¿Será que crecí y mi cuerpo aguanta menos? ¿O será que el cambio climático se siente cada vez más? Quizá ambas cosas. Pienso en el sol que es una bola de fuego gigantísima, suspendida en el universo, atrayendo hacia sí a los planetas. Pienso en la energía que despide. Rocas ígneas por los siglos de los siglos. ¿La piedra que traigo en la garganta perteneció alguna vez al sol?


Pienso en la paleta de hielo que comí y que probablemente terminó de enfermarme. ¿Es una piedra de hielo la que traigo atorada? He probado todo tipo de sabores en paletas de hielo: fresa de agua, guayaba, duraznos con crema, beso de ángel, tamarindo. Pero creo que mi favorita de estos últimos meses es la de fresa de leche cubierta de chocolate. Tan sólo al escribirla aquí se me antoja de nuevo. Brindo por las mentes maestras que crearon las paletas de hielo.


Pienso en las cosas que no he dicho, ni quiero decir, al grado de crear yo misma una piedra que me obstruye la garganta. ¿Es una piedra hecha de mi energía de resistencia? Si ese es el caso, no importa mucho que pueda destruirla, ¡puedo crearla! ¡Abran paso, ha llegado la chica que puede crear muros, obstáculos, piedras gigantes para obstruir lo que quiera! ¡De su propia energía! Un mundo entero dentro de ella, como dice el libro ilustrado por Kitty Crowther. Este poder es tan increíble que, de repente, puede salirse de las manos, por eso la chica se perjudica más de lo que quisiera. Ay, qué lástima, con este gran poder y tan pocas habilidades para manejarlo. Terminará ahogada en sí misma, es esa piedra la que le cortará la garganta.


¿Y cuáles son esas cosas que no quiero decir? Las imagino, pero no las puedo pronunciar, ni siquiera escribir. Y eso lo explica todo. Quizá esta piedra está hecha de ese montón de palabras aplastadas, arrugadas, encimadas unas sobre otras, casi rotas de tanto que me he esforzado por desaparecerlas. Pero no desaparecen. Sólo las he ido depositando en este lugar. Qué decepción, no se trata de ningún poder; sólo es miedo de tirar la basura.


La luz azul en mi garganta es benévola, no puede ser de otra manera. Es compasiva con la piedra que traigo, puede ver su fragilidad aunque se muestre impenetrable. La luz azul se cuela en todos los recovecos, en todos los poros, inunda cada espacio entre los átomos. La luz azul me da calma. Está bien no querer decir las cosas, incluso eso está bien, me dice. Incluso la sola existencia de esta piedra es válida, me dice. Y no sé por qué ahora tengo tantas ganas de llorar y al hacerlo siento que la piedra se deshace.

No hay comentarios: