03 octubre, 2023

Piensos sobre La doble vida de Verónica (Kiéslowski, 1991)

Verónica recibiendo una llamada misteriosa.


La doble vida de Verónica es una película que se estrenó en 1991, dirigida por Krzysztof Kiéslowski, director polaco. Aunque lleva treinta y dos años sobre el mundo, la vi por vez primera la semana pasada, como parte de una tarea que nos dejaron en el Laboratorio de Lectura y Participación en la Formación Ciudadana. La trama nos habla de Verónica, una joven cantante que padece del corazón. Un día, mientras camina por las calles de Cracovia, se encuentra con una mujer idéntica a ella misma. Y es que, en realidad, la trama también nos habla de otra Verónica, que luce exactamente como la primera, pero que vive en Francia y es profesora de música. De esta manera, llena la atmósfera de la música compuesta por Zbigniew Preisner que es terriblemente melancólica, el espectador descubre que hay dos Verónicas o que, en dado caso, es una sola con doble vida.

Hay muchos aspectos que disfruté de la película. Por ejemplo, la paradoja de una sola persona viviendo dos vidas, como si el tiempo se empalmara y aquello fuera posible. Así, las decisiones de una serán ejemplo para la otra, y con esa intuición afilada se podrán librar de varios errores. Lo dice la Verónica francesa: De alguna manera sé siempre lo que tengo que hacer. Lo curioso es que esa vida empalmada, por llamarla de alguna manera, es sólo una intuición. No se conocen entre sí. Y aunque una de ellas pudo ver y ser consciente de la otra, no fue más que un momento de contemplación que se equipara a la maravilla de ser testigo de hechos imposibles.

La película también es, de alguna forma, una especie de espejo narrativo y visual. La primera parte, la parte que se mira, nos habla de una joven cantante que disfruta del amor, de su cuerpo, de su energía. Se desplaza a Cracovia para ver a una tía que está enferma y, estando allá, consigue trabajo en un coro de música clásica. Mientras todo eso sucede, Verónica habla sobre sentirse acompañada y, también, descubre una dolencia en el corazón. Un día, cuando su cuerpo emite uno de los cantos más altos y preciosos de los que es capaz, cae irremediablemente muerta. Entonces la cámara muestra lo que ella ve antes de morir y también lo que ve después, es decir, hay escenas en las que se muestra la consistencia del alma. El alma de Verónica salta a habitar el mundo.

La segunda parte, la parte que se refleja, nos habla de una joven profesora de música. A ella también le gusta cantar, pero no lo hace, como si supiera que ese no es el camino indicado. Un día asiste a una función de marionetas donde una bailarina se convierte en mariposa. Y aunque lo que ocurre en el escenario es impresionante, Verónica se fija más bien en el hombre que mueve los hilos. Esta Verónica se siente terriblemente sola, como si de pronto la hubiesen abandonado; además, alguien la mira todo el tiempo. ¿Es el alma de su contraparte, habitante del mundo de los muertos, que la sigue adonde vaya? En medio de esta súbita soledad inexplicable, el marionetista comienza a buscarla mediante mensajes misteriosos, como si él supiera algo. Es así como Verónica termina reuniéndose con este enigmático personaje, el cual dice amarla y el que le comunica, tal vez sin querer, que no es la única Verónica en el mundo. O que, más bien, no lo era y ahora lo es.

La parte final de esta historia es abrumadora en muchos aspectos. Verónica entiende de alguna manera que sí, que ella ya murió, que su contraparte está en otro sitio. Pero, al mismo tiempo, el alma, su alma, sigue moviéndose por el mundo. Además, aquel marionetista quizá no es un simple hombre del que se enamora, quizá sea la misma representación de un dios que tiene los hilos de sus vidas, aquél que compone el ritmo de la historia. La mirada de Verónica hacia el final me dejó pensando en la posibilidad de que se sabe personaje, se sabe en las manos de alguien más. Y, también, se sabe observada.

La experiencia de ver esta película tuvo tintes enigmáticos y mucha melancolía. La gente suele decirme que me ha visto en otras partes o que conocen a alguien que se parece mucho a mí, siempre respondo que seguramente es una doble que vive la vida que yo no puedo. Dado que no podemos conocer a cada persona que compone la población de este mundo, ¿no resulta posible pensar que hay personas parecidas físicamente? ¿A qué se dedica la otra Abril? ¿Cuál de las dos morirá primero? ¿Aquel marionetista, escritor de toda historia, se cruzará alguna vez en mi camino? Y entonces, todas estas intuiciones, estos gustos específicos, estos recuerdos que parecen no ser míos tendrán un sentido total.

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