Si te caes, te levantas, ¿no es así? No tuve mucho tiempo para lamentarme por la caída. ¿Era un sitio nuevo? Sí. ¿En verdad no pude volar? En verdad. ¿Había silencio? Sí, atronador, de ese que me espanta. ¿Me espanté? No realmente. ¿Qué hice? Me levanté. No tenía caso buscar a las personas voladoras, se habían marchado. De alguna manera supe que ya no pertenecía a ellas. ¿Dónde estaba? ¿Y qué pasaría con la supuesta reunión? Estaba de pie y tenía los ojos muy abiertos pero no veía nada. Sin embargo, poco a poco la luz fue cayendo sobre mí y el alrededor se iluminó.
Si te caes, te levantas, ¿no es así? Me levanté y, para agregarle emoción a mi existencia, me puse unos patines color plata que alguien había dejado ahí por casualidad. Si me lo preguntan, no sé patinar muy bien. Alguna vez fui a una pista de hielo y practiqué con el que entonces era mi novio; pero fue hace bastante tiempo y patinar en hielo no es lo mismo que patinar en asfalto. Sin embargo, ¿no es todo posible en el mundo onírico? Supe que los patines estaban ahí por alguna razón y no iba a perder el tiempo en cultivar miedos.
Si te caes, te levantas, ¿no es así? Me preparé y me lancé a la aventura de recorrer un mundo entero en patines. De fondo sonaba una canción sonaba una canción. Todo el camino se iluminó mientras yo me sentía libre. Un pie y luego otro, probar la velocidad que puede aumentar, siempre puede aumentar. Dominar las curvas, quizás hacer una pirueta. Pronto se presentó ante mí una colina y pronto pude ver de nuevo a las personas que me habían dejado atrás. Seguían volando y sentí la punzada de la envidia. Si tan sólo yo…
Si te caes, te levantas, ¿no es así? Bastó un pensamiento para perder el equilibrio y caí estrepitosamente. Sentí que el cuerpo se me desarmaba y rearmaba en segundos. Fue un escándalo. La gente de arriba me vio. Con la caída llegaron algunos pensamientos, unos que ya había pensado: ¿de qué se trata esto? ¿Por qué estoy aquí? ¿Llegaré a algún lado? ¿Cuál es el sueño? ¿En qué momento comenzó todo?