17 junio, 2024

Si te caes, te levantas, ¿no es así?

Si te caes, te levantas, ¿no es así? No tuve mucho tiempo para lamentarme por la caída. ¿Era un sitio nuevo? Sí. ¿En verdad no pude volar? En verdad. ¿Había silencio? Sí, atronador, de ese que me espanta. ¿Me espanté? No realmente. ¿Qué hice? Me levanté. No tenía caso buscar a las personas voladoras, se habían marchado. De alguna manera supe que ya no pertenecía a ellas. ¿Dónde estaba? ¿Y qué pasaría con la supuesta reunión? Estaba de pie y tenía los ojos muy abiertos pero no veía nada. Sin embargo, poco a poco la luz fue cayendo sobre mí y el alrededor se iluminó.


Si te caes, te levantas, ¿no es así? Me levanté y, para agregarle emoción a mi existencia, me puse unos patines color plata que alguien había dejado ahí por casualidad. Si me lo preguntan, no sé patinar muy bien. Alguna vez fui a una pista de hielo y practiqué con el que entonces era mi novio; pero fue hace bastante tiempo y patinar en hielo no es lo mismo que patinar en asfalto. Sin embargo, ¿no es todo posible en el mundo onírico? Supe que los patines estaban ahí por alguna razón y no iba a perder el tiempo en cultivar miedos.


Si te caes, te levantas, ¿no es así? Me preparé y me lancé a la aventura de recorrer un mundo entero en patines. De fondo sonaba una canción sonaba una canción. Todo el camino se iluminó mientras yo me sentía libre. Un pie y luego otro, probar la velocidad que puede aumentar, siempre puede aumentar. Dominar las curvas, quizás hacer una pirueta. Pronto se presentó ante mí una colina y pronto pude ver de nuevo a las personas que me habían dejado atrás. Seguían volando y sentí la punzada de la envidia. Si tan sólo yo…


Si te caes, te levantas, ¿no es así? Bastó un pensamiento para perder el equilibrio y caí estrepitosamente. Sentí que el cuerpo se me desarmaba y rearmaba en segundos. Fue un escándalo. La gente de arriba me vio. Con la caída llegaron algunos pensamientos, unos que ya había pensado: ¿de qué se trata esto? ¿Por qué estoy aquí? ¿Llegaré a algún lado? ¿Cuál es el sueño? ¿En qué momento comenzó todo?

24 mayo, 2024

Sobre volar

Aprendí a volar a los cuatro años, como dijeron los maestros que se elevaron en el aire y me dejaron atrás. Estoy segura de que el sueño de volar está relacionado hasta cierto punto con la serie creada por Akira Toriyama, la de Dragon Ball. Supongo que en algún momento de mi temprana infancia, el hecho de ver volar a Gokú despertó algo en mi interior. Durante muchas noches seguidas tuve sueños fascinantes, en ellos aparecían esos maestros que ahora sólo son puntos en la lejanía, me sorprende que no vuelvan por mí.

Para volar hay que soltarlo todo, me acuerdo de eso. Hay que buscar un sitio alto y lanzarse con confianza. Los maestros decían que en el mundo real la gravedad tenía la máxima autoridad, pero en el mundo onírico era posible canalizar la energía de nuestro ser para volver al cuerpo liviano, adaptarlo a las corrientes de aire, volverse un ente en comunión con todo lo demás, tan impresionantemente como nunca podría hacerse fuera del sueño. Para conseguir esa comunión había que tener fe, confianza y valentía. ¡Es tu sueño!, me decían en voz alta. ¡Es tu sueño! ¡Tú lo controlas! ¡Tú lo eliges! ¡Tú puedes hacerlo! Yo, con cuatro años, no dudé ni un momento en que eso era verdad. Todavía recuerdo el impulso que tomé cuando me lancé del precipicio. Había otras personas junto a mí, algunas de ellas exclamaron de alegría cuando pude elevarme sobre sus cabezas. La tarea estaba hecha: había aprendido a volar.




Y volé mucho durante muchos sueños, vaya que lo hice. Por eso no me explico por qué ahora no soy capaz de despegar los pies del suelo. Siento la frustración de alguien que tiene dentro de sí la sospecha de ya no poder hacer algo que antes se le daba natural. Me acuerdo de ese episodio de Dragon Ball Z donde Gohan le enseña a Videl a volar. Al principio tiene reticencia, él está seguro de que es una actividad sólo destinada a los saiyajins y Videl es humana. Pero Videl lo consigue. ¿Cuáles eran las instrucciones? Es necesario controlar el ki y expulsar el poder poco a poco. Sonrío al descubrir que intento identificar mi ki, pero en realidad no recuerdo cómo hacerlo.

Los maestros se han perdido en la distancia. Decido intentarlo una vez más. Me preparo, tomo aire y corro para lanzarme desde lo alto de la colina. Justo cuando llego a la orilla del precipicio ¡me lanzo! Todo a mis pies se vuelve borroso y confuso. ¿Estoy cayendo? ¿Sigo cayendo? Creo que caeré definitivamente y cuando cierro los ojos esperando el golpe final, todo se oscurece. Hay un hoyo negro que me traga.

16 marzo, 2024

Un lugar impresionante creado por mi mente

Abrir los ojos, acostumbrarse a la luz. Luego, estirar los brazos, el cuerpo entero. Bostezar. Levantarme de la cama y mirar que todo es muy distinto. No hay hombrecito, no hay habitación en un árbol. ¿Fue un sueño? ¿Ha sido un sueño todo este tiempo? ¿Sigo soñando? Sé que viajé a una ciudad, que me hospedé en un departamento que tenía puertas escondidas, que hubo una explosión y luego avancé por un camino subterráneo hasta encontrar las raíces luminosas de un árbol. Sé que un hombrecito me estaba esperando, que comí con él y luego dormí. Pero pudo haber sido producto de mi imaginación todo este viaje sin sentido.

Encoger los hombros, levantarse.

Explorar los alrededores y caminar hasta cansarse de nuevo. Al menos ya no estoy bajo la tierra, sino sobre un campo verde y extenso. Siento que doy vueltas sobre mí misma, que estoy en la trampa de un lugar impresionante creado por mi mente. ¿Por qué huí de la ciudad? ¿Quién provocó esa explosión? ¿Ese árbol que conocí es también todos los árboles que veo ahora mismo? ¿De qué se trata este maldito viaje? Siento que no voy a ninguna parte.

Y entonces oigo voces que se acercan. ¡Por fin! El hombrecito desapareció tan rápido que me alegra saber que hay más personas en el mundo.

—Disculpa la tardanza —dice a modo de saludo una de las tres personas que han llegado a mí. —No sabíamos si aparecerías en este prado o en otro, es que El Árbol sólo dijo prado y tuvimos que adivinar un poco. Me miran como si me conocieran desde siempre.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunto con desconfianza.

—¡Tus maestros! ¿No te acuerdas de nosotros? Te enseñamos a volar cuando tenías como cuatro años.

—¿Me enseñaron a volar? —respondo con sospecha. ¿Maestros? ¿Volar? Hay un recuerdo que emerge en mi interior, sé que es verdad lo que dicen. Pero, entonces, ¿es verdad que estoy soñando? ¿Dónde está mi cuerpo real en este momento?

—No está en la ciudad donde ocurrió la explosión, si eso te preocupa —responde uno de los maestros, respondiendo a lo que no dije en voz alta. —Ven, está a punto de iniciar la reunión de onironautas y es importante que lleguemos a tiempo, ¿todavía recuerdas las lecciones que te dimos? Porque es momento de volar.

Las tres personas se elevan en el aire y yo estoy asimilando lo que sucede.

Sentir miedo, tener incredulidad. ¿El viaje se trataba de soñar? Entonces es verdad que estoy yendo hacia ningún lado.