30 julio, 2014

Frente a frente con el villano

En Corazón de Tinta de Cornelia Funke hay una escena donde un escritor se encuentra cara a cara con el más terrible villano que él mismo creó. Al principio piensa que por ser su creador podrá doblegarlo, pero las características con las que lo dotó son tan poderosas en el mundo real que pronto entiende que no tiene ninguna oportunidad ante él. La creación ha superado a su creador. Entonces yo me puse a pensar en los villanos que he creado para mis historias, ¿cuál sería el más malvado de todos? ¿El niño amoroso que se convertiría a la maldad debido a la envidia y al rechazo? ¿O el hombre que debido a su ambición traiciona a todos sus seres queridos sin que ellos se den cuenta, pues aparenta ser todo honor y dulzura? ¿En verdad conozco tan bien a mis villanos? Esa sí que es una pregunta interesante.

Me imagino caminando un día por la calle y ver en un lujoso traje al Sr. Saburo, su porte elegante, su palabra amable, sostener una charla con él acerca de economía y progreso; pero, al mismo tiempo, saber que me evalúa, que comienza a trazar planes para deshacerse de mí, saber que pone atención en mis debilidades. Derrotarlo en la vida real sería un verdadero juego de ajedrez. Y como hace mucho que no lo practico, tal vez yo saldría perdiendo. O encontrarme a Ninfo, oculto siempre tras sus sombras, inaccesible, irascible, impenetrable. Él se mostraría cauteloso porque el saber que yo soy su creadora le parecería interesante, trataría de sacarme toda la información posible respecto a su historia. ¡Buscaría en esta realidad la puerta dimensional! Y seguro que la hallaría, pues lo único que no le di fue desánimo. No sé si temblaría de miedo estando frente a él, seguramente sí, pues tiene métodos extraños para proclamarse superior. La historia de Cornelia Funke me dejó pensando, el argumento de la novela defiende mi teoría: todos somos personajes, cada quien protagonizando su propia vida, su propio libro. ¿Soy el villano o el héroe? Porque, pienso, la valía del héroe radica en qué tan villano se puede ser y viceversa.

27 julio, 2014

El niño fantasma

La semana pasada fuimos al orfanato al que un grupo de amigos y yo queremos apoyar económicamente. La monja que nos atendió nos hizo esperar en una sala mientras se desocupaba. Nos sentamos en los amplios sillones floreados. Mirábamos la sala y pensábamos en cómo abordar el tema, cuando una de mis amigas dijo que sintió escalofríos:

—Como si alguien me hubiera pasado un dedo desde el hombro hasta la espalda —dijo mientras frotaba sus brazos de los nervios.

—Es un niño —agregó otra de mis amigas, con toda la tranquilidad del mundo.

—¿De qué hablas? ¿Es en serio? —pregunté mirando el sitio donde supuestamente estaba el niño, pero no percibí nada extraño.

—Sí, es un niño como de tres años, ¿no lo sientes?

Negué con la cabeza, la amiga que había sentido el escalofrío comenzó a decir que dejáramos de hablar de eso.

—Yo sí siento el aura —expresó otra amiga. —Se siente luego luego tan sólo al entrar, ¿verdad?

—¿Es en serio? ¿Sí lo ves? —volví a preguntar llena de emoción, entornando los ojos para ver si de alguna forma mágica podía percibir la presencia.

—Sí, pero no digo nada porque se asustan, ahí está el niño, quiere tocar tu cabeza —dijo señalando a mi amiga que no cabía en sí de los nervios.

—Cuéntame más —pedí haciendo caso omiso de la cara de susto de mi amiga.

—Está todo vestido de blanco y quiere jugar.

No vi absolutamente nada y extendí el brazo para ver si de casualidad sentía un cambio de temperatura, pero entonces entró la monja. Nos olvidamos momentáneamente del asunto y expusimos nuestro propósito. Mientras una de nosotras hablaba, los escalofríos volvieron a recorrer el cuerpo de mi amiga y fue tanta su sorpresa que me tomó del brazo. La monja nos miró sin decir nada. Al salir yo seguía preguntándome si era verdad o no que un niño había estado con nosotros; porque, si era verdad, había comprobado que yo no podía ver fantasmas.

24 julio, 2014

Mi primer novio

Vi a mi primer novio el día de su cumpleaños, pero no me acordé de eso y él ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Reflexioné toda la tarde sobre cuánto lo había querido, sobre todo lo que había escrito de él en mi diario, también rememoré con dulzura la razón por la que habíamos terminado. Conté con sorpresa la cantidad de años que habían pasado desde entonces, un número digno de ancianos venerables. Cuando lo vi pensé en llamarlo, pero me detuvo el pensar que en realidad no tenía nada más que decirle después del hola. Luego me acordé de que era su cumpleaños, pero para ese momento la distancia ya era insalvable. Hace no mucho, mientras bailábamos en una fiesta, estábamos recordando nuestro inocente noviazgo.

—Fuiste el primero, eso nadie te lo podrá quitar —le dije con una sonrisa.

—En realidad —dijo con sus ojos clavados en mí —me hubiera gustado ser el último.

21 julio, 2014

Vuelve la magia

Cuando era pequeña me gustaba creer que podía hacer lo mismo que Matilda: mover cosas con la mente. Con el tiempo lo olvidé. Pero hoy por la tarde el poder se presentó en todo su esplendor. Papá estaba diciendo cosas que poco a poco me estaban enervando y, antes de que yo pudiera replicarle, el pan que él estaba comiendo cayó al suelo. Fue increíble porque pareció como si yo lo hubiera provocado. De hecho, él comenzó a decir que vio un extraño resplandor en mi mirada y un segundo después el pan ya no estaba en sus manos. Todos estallamos de risa, pero la verdad es que yo me quedé pensando en el suceso. Es verdad que puede catalogarse como una divertida coincidencia y definitivamente no le dedicaría un texto en mi blog si no fuera porque hay precedentes de hechos parecidos, si no ¿por qué iba yo a pensar de pequeña que tenía poderes mágicos? La física dicta muchas cosas y lo cierto es que pocos entienden más del cincuenta por ciento de lo que establece. En mi caso no entiendo ni el uno por ciento. Así que mi creencia puede estar motivada por la ignorancia, pero prefiero creer que hay una ley extraña que permite que el ser humano pueda manejar la energía de tal modo que las cosas se moverán cuando él lo desee. Es más, si no me equivoco, eso será posible en unos años más. Como sea, elijo creer que tengo poderes mágicos y elijo ponerme a practicar para pronto poder prepararme el desayuno sin mover un solo dedo.