Landa Galen no encontró ninguna diferencia en su organismo cuando recobró la conciencia. Le habían dicho que se sentiría más ligera, casi de papel y por eso se entristeció bastante cuando no pudo percibir la sensación de ser diferente. Casi estaba segura de que el virus no había sido compatible y de que su organismo lo había rechazado, pero cuando miró las computadoras y vio que marcaban absoluta compatibilidad tuvo que llevarse una mano a la boca. Sonrió con suficiencia pues no esperaba menos de sí misma, era ahora portadora del virus VA001 que, según las investigaciones, tendría que proporcionar el poder de…
Quiso probarlo inmediatamente. Se quitó los cables e hizo caso omiso a las indicaciones de médicos y científicos que estaban con ella, incluso ignoró a su maestro. Así, descalza y con la bata blanca con la que había sido operada, salió al campo de pruebas del laboratorio. Parecía una loca suelta en un manicomio. El grupo de gente que había llevado a cabo la operación la seguía entre molesto, divertido y expectante, nadie conocía enteramente los efectos del virus. Landa, ignorándolos, se dispuso a probarse.
Estaba parada justo al inicio del campo de pruebas que era un prado enorme. La organización para la que trabajaba Landa se había encargado de delimitarlo correctamente con barreras que rechazaban a cualquier intruso, preparado o no tecnológicamente. El cielo estaba tan claro que Landa tuvo la certeza de que ese día iba a ser inolvidable, era el día en que ella por fin… Respiró hondo. Se mentalizó. Y una vez que sintió esa paz recorrerle el cuerpo comenzó a saltar.
Primero eran saltos como cuando uno salta la cuerda, ahí, en el mismo sitio, pequeños y numerosos. Landa poco a poco comenzó a sentir en sus pies una fuerza increíble y supo entonces que era el momento de correr. Inició así una carrera recta, sentía sus pies como armas de propulsión, tenía una velocidad increíble, al menos jamás en su vida había corrido así de rápido. Cuando consideró que el ritmo era adecuado dio un salto y siguió corriendo, fue como si saltara un charco. Y luego volvió a hacerlo, esta vez como si saltara un río. Y a cada nuevo salto recorría mayor distancia en el aire. Hasta que… hasta que dejó de caer.
Landa Galen experimentó por primera vez en su vida eso de volar. Volaba, de verdad. Estaba radiante de felicidad, los brazos los llevaba pegados al costado y se impulsaba constantemente con el pecho. Después de todo aún no existía ninguna forma de volar adecuadamente porque, según los datos, ella era la primera que lo hacía sin algún aparato externo. Estaba realmente feliz. El aire le golpeaba la cara y le pegaba la bata al cuerpo, ni siquiera le molestó o le preocupó que debajo no llevara nada. Pensó que no había nada mejor que volar casi desnuda.
Miró hacia abajo, el prado se extendía verde y pequeño. Se elevó más y más hasta que un sonido le taladró los oídos, era la alarma del campo de pruebas que avisaba que algo anormal estaba sucediendo. Ella misma trataba de violar las barreras. Rió y bajó de altura. Es que era tan genial estar volando, apenas estaba comprendiendo el salto enorme que había dado la organización, el virus VA001 era un milagro. Un verdadero milagro. Y Landa pensaba en eso cuando vio que el grupo de científicos y doctores le pedía que bajara cuando se acercó a él.
Descendió. Se posó suavemente de nuevo en el prado. Tenía una sonrisa enorme, los del grupo también. El jefe de todos ellos se acercó y le dijo:
--Enhorabuena, Landa, eres el primer ser humano que literalmente puede volar.
1 comentario:
¿A donde me apunto?
Que genial relato, felicidades :)
Publicar un comentario