Está lloviendo afuera. Y también dentro. Afuera el asfalto está empapado y hay un olor particular: humedad. Mi cabeza llueve ideas, caen sobre la realidad una tras otra, sin orden, sin importar nada. Quiero nombrar cada gota que se escurre por el cristal, pero se escapa, huye hasta unirse con otra y otra más. El agua y esa manía suya de escurrirse. Mis ideas y ese afán de querer retener todo, nombrar, establecer.
Ambas se escurren, se van, dejan el aire frío y una especie de nostalgia. Y aunque caen cien más, de todas partes, aunque hay más de las que puedo imaginar, el simple hecho de verlas caer (gotas, ideas) es suficiente para pasar la tarde de hoy.
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