Escribo esto faltando quince minutos para la una de la madrugada de este sábado. Hace un momento he terminado de leer Los Miserables de Víctor Hugo, libro que viene en dos tomos pues es la edición completa (tiene 1192 páginas en total), de editorial Bruguera, edición especial, impreso en España. Este libro que muy amablemente me prestó mi amiga Elizabeth lo tengo en mis manos desde diciembre pasado, pero comencé a leerlo el 03 de marzo. Casi dos meses y medio sumergida en esa historia.
Bueno, pues ya, ha terminado. He llorado y he sentido paz. No les voy a contar de qué trata, les diré más bien la ola de sentimientos que ha surgido en mi interior. Antes de Los Miserables ya me urgía leer a Víctor Hugo, primero porque todo mundo lo alaba, después porque mi amiga Elizabeth me lo había recomendado desde que tenía 17 años y a los 20 me di cuenta de que no lo había leído y que el tiempo seguía pasando. Así que dije: ¡Basta! Busqué en la biblioteca de mis padres y hallé Los Trabajadores del Mar, obra posterior a Los Miserables. Me maravillé con la historia de Gilliat y me hice una idea de la escritura de este francés tan controversial. Pero Los Miserables es completamente otra “onda”.
Como bien sabemos, Los Miserables ha sido adaptada a innumerables obras, musicales, películas, caricaturas, etc. Bueno, pues yo nunca había visto nada de eso. Así que cuando comencé a leerlo no sabía de qué trataba. Eso se lo agradezco a mi mamá. Para ella dicho título sonaba tan triste y desgarrador que más valía alejarse de él. Por esa razón no lo teníamos en casa. ¡Y ahora es mi madre la que quiere saber qué más va a pasar, pues se lo estoy contando! Más que la historia, lo que agradezco de esta novela es la la profundidad de la escritura en tantos temas: Dios, política, amor, soledad, pobreza, injusticia, naturaleza. No hay ámbito que no se toque, Víctor Hugo hizo una reflexión muy completa sobre el papel de la humanidad en la tierra. Sabiendo eso no es de extrañar que lo hayan expulsado de su país durante mucho tiempo. Pocos autores mezclan sus ideales con su obra, generalmente se evitan los temas espinosos (a menos que su obra tenga como fin la polémica) porque siempre es más fácil caer bien que crear crítica. El compromiso de Víctor Hugo con su escritura era crear conciencia en sus lectores. Pero una conciencia muy ENTERA. ¿Cómo decirlo? Mejor léanlo xD
Estos últimos días de mi vida han sido muy extraños. A veces me parece que no soy yo la que está viviendo, sino una versión muy pobre de mí misma. Una versión que no halla cómo seguir construyéndose. Es un nuevo sentimiento: es una mezcla de saberme viva, finita, capaz, triste, resignada… algo así. Intento desentrañar el sentimiento y un nudo se crea en mi garganta. Ahora imagínenme en ese estado anímico leyendo Los Miserables. Catarsis total. Lo que debe afectar un cien por ciento, me afecta el doble. Bien dicen que uno no escoge los libros, sino que los libros lo escogen a uno. (Esa frase J. K. Rowling se la robó para las varitas mágicas). Me afectó también porque soy muy sentimental. Porque me gusta desentrañar los misterios de mi ser, aunque me quede a la mitad en muchos.
En fin, que siento que he fallado nuevamente en muchas cosas y que la luz se presenta ante mí para redimirme una y otra y otra vez. Ayer viernes sentía el peso de la culpa en el corazón, ¿cómo salir de esto?, me preguntaba con tristeza. Y cuando he bajado de la combi la lluvia torrencial ha azotado el pavimento. ¡Ahí te va el agua del cielo, Gaby, para que despiertes! Me mojé por entero. La última vez que había caminado de ese modo bajo la lluvia también me encontraba en un estado terrible. ¿Casualidad o destino? La eterna pregunta de la diversión. Yo sólo diré: LUZ. Sentí el agua en mi cuerpo ¡y no estaba fría! Caminé pensativa hasta llegar a casa. Luego terminé Los Miserables. ¡Qué frágil queda uno luego de una experiencia así! Sí, sé que todo depende de cómo le vea uno, pero ahora esta perspectiva se reafirma. Todos somos miserables. Todos sin excepción. Algunos más que otros, algunos sólo un tiempo. Pero los que no son miserables, esos… esos están en otro mundo. En la luz.
Sólo quería decir eso, hoy que mi corazón me habla para despojarse de la culpa. Me miserum! Vivo todavía.
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