Huí de ese lugar porque yo no sabía nada, porque no me interesaba conocer lo que ellos, porque no me interesaba saber para lo que ellos. Las posturas, los guiños de complicidad, el breve gesto de discriminación cuando no dices lo correcto, lo esperado, lo inteligente. Quise seguirles el paso, pero me di por vencida, no me interesaba seguir esa línea. Huí de ese lugar. Que se queden ahí los dispuestos a citar mil autores, textos en su idioma original, teorías rebuscadas. Que se queden los que se sienten bien consigo mismos cuando dominan de principio a fin algún autor, alguna obra, alguna filosofía. No es mi camino. Me lapidé a mí misma por mi ignorancia, me insulté tanto por ser tan pobre de entendimiento. Así que me fui sólo para descubrir que vivía en un mundo viciado, en uno que todo el mundo crea en el pensamiento, pero donde la mayoría de los actos dejan mucho que desear. Huí, lo admito. Salí corriendo lo más rápido que pude y deseo no volver nunca. Que se queden los que son felices ahí, cada quien elige su lugar en este mundo. Yo hallé el mío, aunque ellos lo critiquen tanto. En el fondo sé que ni les interesa. No nos interesamos y eso es lo que me da paz.
Cada quien habla como le va en la feria.
Sólo sé que nunca había sentido tanta paz y tranquilidad que cuando me alejé de ahí.
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