04 noviembre, 2018

Dar vueltas


Esperar a que llegue la idea. Dar vueltas. No escribir nada. O escribir mucho, pero borrarlo después. Seguir esperando a que llegue la idea, la que lo cambiará todo. La que será, ahora sí, la definitiva. La que iluminará el cerebro y, entonces, todos estos minutos, estos días, estos años habrán valido la pena. Pero la idea no llega, quizá nunca se aparezca por estos rumbos, quizá es la mentira que oscila sobre mí para mantenerme estática. La idea inexistente sobre la que todo gira.
Esperar a que llegue el amor. Dar vueltas. Besar mucho, pero luego decir que mejor no, que otro día, cuando el corazón se me acelere como según se me tiene que acelerar. Decir que no hay expectativas, pero tenerlas todas listas debajo del brazo, para cuando alguien aparezca y poder compararlo rápidamente con ellas. Cansarse. Pero el amor no llega, quizá nunca se aparezca por estos rumbos, quizá es la mentira que oscila sobre mí para sentirme menos sola. El amor inexistente sobre el que todo gira.
Esperar la muerte. Dar vueltas. Fingir que vivo o vivir plenamente, para luego volver al silencio. Tener certeza del vacío, de la nada. Me voy a morir. Me voy a morir, pero ¿cuándo?, ¿cómo? y ¿por qué me interesa tanto? O entender que no me interesa y que en la espera hallo la excusa perfecta para ponerme triste, para justificar la apatía, el desorden, el dolor. Pero la muerte no llega, no todavía, aunque un día se aparecerá por estos rumbos. Es la verdad que oscila sobre mí para darme dimensión. La muerte próxima sobre la que todo gira.

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