05 julio, 2020

Un sueño elegante


"Tanto tiempo sin saber de ti no le hace bien al corazón ni al cuerpo"
Despacio, Isla de Caras

Llevo varios intentos de esta entrada. Escribo una docena de renglones y borro. Pensé en iniciarlo de mil modos, termino eligiendo éste. Es raro volver cuando parece que me fui para siempre. Pero no fue así, siempre tuve la esperanza del regreso.

Han sido meses muy extraños. Me gusta estar conmigo, sin las agitaciones diarias que venía manejando desde hace tiempo. Puedo hacer un huequito para esto que me abraza. También me gusta estar con mi familia y emular, de alguna manera, toda esa vida que tuve antes de mudarme a la Ciudad de México. 

Conversé con mi hermano ayer por la madrugada, me dijo: te fuiste mucho tiempo. Pero ahora estoy aquí. Ni en los miles de escenarios que pude imaginar estaba éste: una pandemia consumiendo al mundo, un virus que me hizo volver a casa.

Tengo algunas historias que puedo contar.

Hoy le conté a mi familia un sueño que tuve:
Iba a Grecia y luego a Francia. En Grecia me quedaba contemplando un paisaje iluminado por el ocaso, lleno de ruinas, árboles y silencio. Me sentía... contemplativa. Luego, de la nada, ya estaba en Francia. Tenía que dar una conferencia en una escuela adonde me habían invitado. Todo salía bien. Al terminar, me daba cuenta de que aún faltaba mucho para mi vuelo de regreso a México. Me quedaba un rato sentada en el patio, mientras veía a algunos estudiantes hacer deporte. Todos hablaban en francés. Yo también. Buscaba en el celular lugares cercanos que pudiera visitar, Google me sugería ir a los Campos Elíseos, estaba cerca. Eso decidí. Me puse de pie, salí de la escuela y comencé a caminar por la larga avenida. Había carros, ruido, edificios antiguos. Y al final de la avenida, el sol iniciaba su descenso.

Mi hermano también dijo: me gustaría tener sueños tan elegantes como el tuyo.

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