14 mayo, 2021

Un bosque falso

 El frío congelaba la nariz y las manos, Amparo se movía un poco exageradamente para conseguir mayor calor para su cuerpo. Llevaba su abrigo favorito y una gorra de lana que le había cosido su abuela. Pensaba en el rito de comprar un árbol de navidad, toda una experiencia. Era la primera vez que lo hacía. Estaba parada en la entrada del lugar donde se suponía que iban a comprar el árbol, un espacio abierto cerca del Ajusco. Era muy temprano, como las ocho de la mañana, y su estómago comenzaba a dar señales de hambre. Hambre. Mientras pensaba en todo eso vio llegar a Emilio, su ex.

—¿Emilio? —preguntó olvidándose un momento del frío.

—Soy —respondió él con esa voz suave y profunda que a ella tanto le encantaba.

—¿También vienes por tu árbol de navidad? —insistió ella alegrándose por dentro, de todos los sitios en el país donde vendían árboles de navidad, ¿verlo aquí? ¿Después de tanto?

—Vengo con la familia de mi hermana, les encanta hacer todo esto para las fiestas decembrinas —respondió él con las mejillas un tanto enrojecidas. ¿Por el frío? ¿Por la pena? ¿Por la emoción?

—¡Qué bien! Yo vengo con unos amigos.

—¿Y dónde están?

—Se metieron al laberinto a buscar al elegido.

—¿Y tú por qué no fuiste con ellos?

—Sentí que debía quedarme aquí un momento.

Amparo y Emilio se miraron con ese extraño brillo que sólo hay en los ojos de quienes se extrañan. Sonrieron.

—Bueno, ¿quieres que te acompañe a buscarlos? Y de paso miramos también si algún árbol nos convence —propuso él con un dejo de carraspeo en la voz.

—¡Sí, vamos!

Se metieron al laberinto de árboles. Era extraño eso de elegir un árbol, pensaba Amparo, cortarlos para ponerlos en casa y luego sacarlos de nuevo. Es cierto que podía seguirse todo un proceso para su cuidado, pero no dejaba de ser raro querer hacer del hogar una especie de bosque. Vieron árboles de todos los tamaños. Algunos eran tan altos que ni siquiera Emilio podía tocar la punta. Y otros muy pequeñitos, casi como bonsáis. 

—Creo que me llevaré este —dijo Emilio. —Le va a gustar a mi hermana, que por cierto quién sabe dónde está.

—Quizá tomó el mismo camino que mis amigos.

—Sí, puede ser.

Siguieron caminando en medio de los árboles. Amparo no pudo evitar pensar que era una imagen linda: comprar juntos un árbol de navidad.

—¡Amparo! —se oyó una voz. Eran los amigos que se acercaron cargando un precioso abeto. Juliana sonrió. —¡Vaya! Ya sabemos por qué te perdimos de vista.  

Emilio hizo un gesto de saludo. 

—¡Qué gusto verte de nuevo! —le dijeron. Emilio asintió. 

—Bueno, te esperamos en la camioneta, mientras acomodamos el árbol —agregaron dirigiéndose a Amparo.

—¡Sí! Ahorita los alcanzo.

Los amigos se alejaron.

—Bueno, pues… me dio gusto verte, deseo que tú y tu hermana puedan encontrar el árbol adecuado —comenzó a despedirse Amparo, se sentía muy nerviosa y se delataba frotándose las manos una y otra vez.

—Sí, gracias, también me dio gusto verte —dijo Emilio con esa voz suave, profunda.

Amparo titubeó un momento y al final decidió mover el brazo en señal de despedida. Dio unos pasos hacia donde se habían ido sus amigos, apenas cinco.

—¡Amparo! —la llamó Emilio acercándose a ella.

—¿Sí? —Amparo se detuvo, el corazón le palpitaba.

—Perdón, no quiero quedarme con las ganas de preguntarte si… si te gustaría que nos volviéramos a ver…

Amparo lo miró. Seguía siendo él, el joven maravilloso, algo tímido, hermoso, aquel a quien había amado tanto hace varios años. 

—Claro. 

El rostro de Emilio se iluminó con una sonrisa.

—¡Gracias! Pásame tu número.

Intercambiaron números de teléfono. Amparo se sintió casi como adolescente con el hormigueo de mariposas en el vientre.

—Bueno, pues… ¡Nos vemos! ¡Espero tu llamada! —Amparo le sonrió y se dio la media vuelta.

—¡Amparo! —de nuevo la voz profunda de Emilio.

—¿Sí?

—Perdón, pero tengo que preguntarte otra cosa.

—Sí.

Emilio se acercó a ella. Muy cerca.

—¿Puedo besarte?

Amparo sintió como su rostro se encendía y sonrió nerviosa.

—Sí.

Amparo y Emilio se besaron olvidándose un poco de todo. Había calma.


Ella se preguntó si aquello era amor o era como el lugar donde se encontraban, es decir, un bosque falso.

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