Estaba completamente debilitada, respiraba con dificultad y no podía moverme. Tirada a un lado del camino, sintiendo en mi mejilla la textura del pasto seco, veía pasar la procesión. Eran sólo sombras, no había personas. Caminaban despacio y también se sentían cansadas. Había muchos cuchicheos y luces extrañas alumbraban su paso, como de veladoras que nadie sostenía. Esperaba pasar desapercibida, pero entonces una de las sombras me vio.
Mira, ella está dormida, dijo con voz de hombre. Varias sombras se detuvieron y me rodearon. Sentí miedo, pero no podía moverme. No estoy segura, se ve muy joven, respondió la voz de una mujer. Pero es mejor a nadie, además ahí puede curarse rápido, respondió otra voz. Discutieron un momento y yo me limité a mantener la mirada fija en el pasto, veía de refilón cómo se movían. Finalmente habló otra de las sombras: Pues lo haré, no creo tardar mucho. La sombra se posó encima de mí y poco a poco fue entrando en mi interior. Yo sentí que era muy grande, pensé: Rayos, es un hombre, al menos hubiera sido una mujer. Luego sentí mi cuerpo como un templo.
Cuando desperté ardía en calentura.
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