A veces me atrapa un hilo, se sujeta de mi tobillo y camino tanto y por tantas partes que el hilo termina siendo un nudo que tengo que deshacer para seguir avanzando. Otras veces imagino que soy una muñeca perfectamente diseñada que es parte del juego de la vida, tengo casa y escuela, hago diversas actividades que van desde dormir a brincar, pasando por comer y escribir, aquel que juega conmigo sabe cómo dirigirme y por dónde. Pero luego quiero soltarme de esa mano y caigo a vacíos insospechados dentro de mí misma, como el decirme:
Puedo ser todo, menos un juguete.
Y si soy cualquier cosa, menos un juguete, entonces soy un ente confundible. Los filósofos nada me ayudan, por cierto. Desde ser todo hasta ser nada. La verdad es que sólo sé que soy yo. Hace poco decidí que quería volver a creer en Dios. A nadie le cae mal sentir un ente poderoso a su lado, capaz de hacer todas las cosas maravillosas que uno puede imaginar. Al principio creí que mi mente era débil por asirme nuevamente de esa cuerda, pero no, la verdad es que se necesita una mente muy grande para imaginar algo tan grande como Dios.
Por supuesto, antes de que se confunda lo que quiero decir, no es mi afán convencer a nadie de nada ni de convencerme de nuevas cosas. Escribo lo que pienso. Y Dios lo sabe. Puedo llevar mi vida como yo quiera, puedo darle las gracias a Él por todo, puedo hallar consuelo en su persona. Los ateos y agnósticos me dirán que insisto en vivir una fantasía (porque si yo fuera atea o agnóstica me diría eso), dirán que sólo los ignorantes pueden creer en esas cosas y que está más que demostrado que Dios no existe, que el humano es una casualidad del universo y debemos vivir en esa cruda realidad. Además no está de moda creer en Dios. Pues, bien, a mí no me gusta ser realista y creo.
Así que ya me voy a desenvolverme en la plenitud de este día, apreciando los detalles, otorgando lo mejor y siendo positiva hasta el final. ¿Mucha miel? Mucha vida, diría yo. Confío en que el ser humano es un ente precioso, capaz de hacer el bien aunque las noticias demuestren lo contrario, capaz de autodominio, aunque las modas juveniles inciten al desbarajuste. Capaz de creer en Dios a conciencia, aunque pocos lo comprendan.
4 comentarios:
Somos de mentes grandes Abril! =)
Un agnóstico no diría que sólo los ignorantes pueden creer en esas cosas, ni mucho menos que está demostrado que Dios (lo que sea que se entienda por ello) no existe, ni que vives en una fantasía; diría, dependiendo de quién se trate, que quieres creer en algo más elevado que el humano, algo que hace que ciertas cosas pasen, quizá, y que trasciende cuando todo (ese todo en el que los ateos creen) se acaba. Diría que eres un ser humano. Yo, particularmente, diría que eres un gran ser humano.
No esperaba otra cosa de ti, Damián. Me alegras el día. Te quiero.
:) Así es. Gracias por leerme.
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