07 agosto, 2022

Besar a un extraterrestre

 No pensé que él vendría a verme, pero lo hizo. Cuando abrí la puerta y vi que era él, algo se detuvo. Él sonrió y preguntó si podía pasar. Le dije que sí. Lucía nervioso y yo seguía sorprendida. Lo invité a sentarse en la sala, le ofrecí una taza de té. Le pregunté cómo es que se había decidido a venir. Dijo que simplemente lo hizo, no lo pensó mucho. Pudiste no haberlo pensado desde hace mucho tiempo, dije a mis adentros. Comenzó a hablar de lo mal que lo había pasado, de lo mucho que me extrañaba, de todas esas pláticas nocturnas, que no podía creer que hubiéramos perdido el contacto y no sé qué más. Mientras él hablaba, yo lo miraba. Era muy guapo, estaba convencida de ello. Tenía algo en su rostro que lo convertía en una persona coqueta, alguien que me hacía temblar. Estuve enamorada de él mucho tiempo, pero ahora no estaba muy segura. Él seguía hablando y entonces me preguntó: ¿Puedo quedarme hoy contigo? Yo titubee. Como para qué, tuve ganas de decirle. Pero más bien hice un gesto de pensarlo. Algo como fruncir los labios y cerrar levemente los ojos. Te lo digo en serio, me dijo, no quiero perderte, quiero que volvamos a ser amigos. Y esa frase habría estado muy bien en un momento pasado, pero ¿ahora? Ahora yo no quería ser su amiga. Ahora yo ya no pensaba en él, ni siquiera estaba segura de que todavía me gustara, aunque me siguiera pareciendo muy guapo.

Por favor, insistió. Me pareció tan raro que dijera eso. ¿Era la misma persona? Comencé a sospechar si no era un extraterrestre o algo parecido, que había tomado posesión de su cuerpo o se había transformado en él y ahora venía a decirme todo lo que siempre quise escuchar. Sonreí. Está bien, quédate, acepté. Él volvió a sonreír. Yo me sentí bien, no podía echarlo a la calle y hacerlo regresar de donde vino. ¿O sí? Pero, bueno, siempre estaba la posibilidad de que fuera un extraterrestre y, en ese caso, me daba mucha curiosidad. Quería conocerlo. Me dio risa mi ocurrencia.

Él se acercó. ¿Qué haces?, pregunté. Quiero besarte, ¿puedo?, dijo con esa voz que escuché durante tantas madrugadas. ¿Quiero besarlo? A él, no estoy segura. Pero si es un extraterrestre, ¿por qué no? ¿Quién puede presumir de una experiencia parecida? Accedí. Nuestros labios se encontraron. Fue un beso lento. Un beso con cuidado. Sentí que me quería, sentí que era verdad que me había extrañado, sentí que no era un extraterrestre. Y entonces me separé. ¿En qué pensaba? Él había fallado de tantas maneras, él ya había salido de mi vida. Quiero besarte otra vez, me dijo. Yo no, respondí. Por favor, acomoda tus cosas, dormirás en la sala y espero que el resto de tu estancia podamos convivir como los buenos amigos que podemos ser. ¿Sólo amigos? Claro que sí, sólo amigos.

A menos que seas un extraterrestre.

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