La filosofía es algo de lo que, definitivamente, no podemos despegarnos. Nos acompaña a todas partes y gracias a ella somos lo que somos. Se va formando con rapidez desde los principios de nuestra educación familiar, social y escolar. Nos damos cuenta cuando cuestionamos las cosas, las decisiones, la vida misma. ¿Quién soy y por qué soy así y por qué tengo que ser así? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Destino o casualidad? ¿Dios es una mentira? Infinidad de preguntas que responderemos personalmente tarde o temprano.
Tenía catorce años cuando me topé con El misterio del solitario del filósofo noruego Jostein Gaarder. La escuela secundaria a la que fui había recibido libros nuevos para la biblioteca y eso, por supuesto, era una invitación a pasarse ahí todas las tardes, los recreos, todo el tiempo. Eran tantos libros y tantos estantes que no sabía cómo elegir mis lecturas, así que cerraba los ojos y pasaba mis dedos por los lomos acomodados, contaba hasta cierto número y elegía al libro en el que mis dedos se detenían.
Realmente fui afortunada, no podía creer que a mis compañeros no les dieran ganas de ir a visitar la biblioteca. Italo Calvino, G. K. Chesterton, Christine Nöstlinger, Julio Cortázar y muchos más pasaron delante de mis ojos. Años después supe que había probado de lo mejor en la literatura. Pero El misterio del solitario me impactó de una forma nueva y personal (si me siguen desde hace tiempo ya saben por qué y de qué manera y hasta dónde llegó ese impacto), era el primer libro que leía que hablaba de filosofía. Que cuestionaba la existencia de los mismos personajes, así como la existencia del mismo autor.
Hans Thomas tiene doce años y emprende junto con su padre un viaje desde Arendal, Noruega, hasta Atenas para buscar a su mamá que los ha abandonado desde hace ocho años para encontrarse a sí misma. A su padre le encanta la filosofía y durante el trayecto aprovecha para charlar con Hans Thomas acerca de los más grandes misterios del universo. Pero eso no es todo, Hans recibe una lupa y un minúsculo libro que narra la historia del náufrago Frode y sus naipes. Hans no se dará cuenta de en qué momento comenzará a filosofar mucho más que su padre y en qué momento descubrirá la magnificencia de su propia existencia aunque sea sólo un personaje.
La narrativa de Gaarder es sencilla y resulta totalmente creíble en el pequeño Hans. Además, la traducción se permite aclarar los juegos de palabras hechos en noruego y otros detalles propios del idioma europeo. No tiene más de doscientas páginas y es un hermoso regalo para todos aquellos que gocen de la filosofía. Gaarder se arriesga con la naturaleza de sus personajes y el ejemplo más claro está en su aclamada obra El mundo de Sofía.
Como saben, El misterio del solitario me encantó e hizo que deseara visitar el Oráculo de Delfos en Grecia. ¡Sueño que cumplí hace exactamente un año! Fue una locura, de verdad, porque nunca creí que pudiera lograrlo tan pronto (bueno, técnicamente fueron siete años después, pero aún así fue pronto). Esta vez he releído el libro y me ha metido una nueva espinita: Recorrer el trayecto desde Arendal hasta Atenas. ¿Creen que lo consiga? c:
Si nunca han leído un libro con orientación filosófica, ¿qué esperan? Como lectores exploremos todos los géneros y seamos felices. Por cierto, la primera vez que leí el libro me dije que quería ser un comodín. Me siento muy contenta porque ahora que lo he releído descubrí que sí, ¡soy un comodín! Tendrán que leerlo para entender eso de los comodines. ¡Saludos cordiales!
1 comentario:
Que padrisimas tus fotos! :D
Gracias por la recomendación Abril =) empece el mundo de Sofia y si me tiene muy emocionada.
Saludotes! XD
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