A los lunes casi nadie los quiere, y a veces me siento identificada con ellos por esa razón. Todos mis actos son horas que transcurren lentamente cuando el fin de semana queda tan lejos. Yo, lunes, me alargo como si fuera de goma… más y más… hasta darle la vuelta al mundo.
Oh, pero este lunes fue diferente. Como este lunes ha habido muy pocos y por eso sé que necesito más de ellos.
Primero el cielo amaneció nublado, pero aún así salí sin suéter. La frescura de la mañana me hizo despertar de golpe.
El viaje a la escuela fue muy entretenido, y como mis ojos estaban muy abiertos miré muchas cosas, muchas personas, muchos colores, muchas letras, muchos niños, muchas luces, muchas paredes, muchos horizontes.
El metro falló como siempre, pero esta vez la ola de gente me hizo reír demasiado. Y allá fue mi risa a colarse en el vagón apretado, se balanceó durante todo el camino hasta llegar a la estación final.
Luego tuve clases. Era lunes, el sol ya estaba alto, había pocos alumnos. Y las frases de la maestra danzaban ante mis ojos, tanto que me confundí y me comí una parte del texto que copié en el pizarrón.
A las doce del día ya me estaba muriendo de hambre, así que caminé apresurada a mi restaurante favorito y como tenía los ojos muy abiertos decidí probar un nuevo platillo. ¡Estuvo delicioso!
Luego volví al departamento. ¡Mis vecinos tenían la música a todo volumen! ¡Música que me gustaba! Entonces me di cuenta de que mi oído también estaba despierto.
A las cuatro de la tarde tuve que salir de nuevo. Decidí probar una nueva ruta para llegar a la escuela, ¡mis pies también estaban despiertos porque no me perdí para nada!
Los lunes anteriores la pesadez ahogaba mi persona. ¡Éste fue diferente! Y debí verme ligera porque todos me hablaron y planeamos cosas y reímos mucho e intercambiamos opiniones. Y nuestras palabras eran tan alegres que flotamos en la charla.
Se hizo de noche y yo me di cuenta de que todos mis sentidos estaban despiertos porque podía correr y cantar y observar y tocar. Y el cielo no se veía porque la ciudad tiene una nube enorme sobre ella, justo como se cree que los lunes tienen un algo maléfico en su nombre.
Y llegué otra vez al departamento y me hacían cosquillas las ganas de escribir. Tanto que en serio tuve que ponerme a escribir, porque mis amigos saben que las cosquillas me llevan a la locura. Y las letras son mis amigas también.
Escribí: Lo que me hace falta son más lunes como éste.
1 comentario:
Está maravilloso, Abril.
Me gusta mucho como escribes y me alegro mucho que te la hayas pasado muy bonito :*
Saludos ♥.
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